En 2017 se crearon casi 500.000 empleos. Para un país con elevada tasa de paro es siempre un dato a celebrar. La calidad del empleo mejoró con caída del tiempo parcial y fuerte crecimiento del empleo asalariado con contrato indefinido. La sorpresa fue que el pasado año, según la EPA, bajaron un 5% los autónomos. Con un crecimiento del PIB del 3% solo se puede explicar si eran falsos autónomos que se han transformado en trabajadores con nómina y menor precariedad, lo cual sería una buena noticia.

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El enigma sigue siendo que con estos datos los salarios sigan estancados. Tras una década sin subir salarios, las empresas lo han asumido como un hábito. La reforma laboral y el mensaje del España va bien han engrasado esta disfunción del funcionamiento de una economía capitalista convirtiendo a España en país con mentalidad low cost.

No obstante, los datos del cuarto trimestre fueron peor de lo esperado. La duda es si se trata de un cambio de tendencia o un dato atípico que mejorará en 2018. El pasado trimestre se produjo la mayor destrucción de empleo privado y el mayor aumento del desempleo desde 2012 durante el rescate. Y no ha sido por Cataluña, donde, según la EPA, el comportamiento del empleo privado en el trimestre fue similar al del cuarto de 2016.

El Gobierno apenas ha conseguido aprobar nuevas leyes ni medidas de política económica en 2017, lo cual lastra el crecimiento. Pero la principal causa de la desaceleración en la creación de empleo es exógena, igual que lo fue la recuperación. Los tipos de interés de la deuda pública española se han estabilizado y han dejado de ser un impulso adicional al empleo. El euro comenzó 2017 próximo a un dólar y terminó próximo a 1,2. Por lo tanto, los salarios en euros de los españoles están estancados pero en dólares aumentaron un 15%.

A pesar de esa pérdida de competitividad, las exportaciones españolas se aprovecharon de la recuperación del comercio mundial y de la economía europea. Y el precio del petróleo ha repuntado con fuerza por encima de 60 dólares por barril. Salarios estancados con aumento de inflación del 2% explican la desaceleración del consumo privado y el empleo en servicios. Mientras, el empleo industrial aumentó un 5% y por eso vemos un ligero repunte de la productividad.

Entramos en 2018 con menor inercia. Parece poco probable que el Gobierno pueda aprobar los Presupuestos, por lo que la política fiscal volverá a ser ligeramente restrictiva. Y el BCE comenzará a retirar gradualmente sus compras de deuda, por lo que la política monetaria será menos expansiva. Eso explica la menor previsión de crecimiento del PIB, tanto del Gobierno como de organismos internacionales y analistas para 2018.

En España se debería dejar de hablar del crecimiento del PIB y centrar en el debate en la calidad del crecimiento del empleo, de innovación y la capacidad de crear empleos estables y de mejor calidad en la era de la tecnología global.

Fuente: El País