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En la recepción del hotel se sirve, por supuesto, chocolate caliente; y en la sala, abierta después de horas de conversaciones, se respiran tensión y decepción. Los representantes de las grandes multinacionales y los brokers del chocolate se han esfumado y los máximos responsables del sector del cacao en Ghana y Costa de Marfil comparecen apagados. “Les hemos contado nuestro mecanismo y ellos lo han entendido”, intenta explicar vagamente Yves Kone Brahima, director del organismo marfileño que regula la distribución de cacao, el Consejo de Café y Cacao. Pero no hay acuerdo.

Costa de Marfil y Ghana, de cuyas costas sale navegando más del 60% del cacao consumido en todo el planeta, han dado un golpe sobre la mesa y quieren cambiar las reglas del juego. El pasado 11 de junio anunciaron que suspenden la venta de cacao para la próxima campaña (2020-2021) si no se establece un precio mínimo de 2.300 euros por tonelada.

Ante el ultimátum, los principales actores del mercado internacional han acudido esta semana a la cita de Abiyán, la antigua capital marfileña, para negociar con los órganos reguladores de ambos países: el Ghana Cocoa Board y el Consejo del Café y Cacao de Costa de Marfil. Sin frutos. El futuro del chocolate está en el aire: el mundo entero se juega el consumo; Ghana y Costa de Marfil, la supervivencia de sus campesinos.

Los representantes de Mars, Barry Callebaut, Mondelez, Olam, SucDen, Hershey, Cargill, Bloomer Chocolate o Touton, presentes en Abiyán, se van en silencio de la reunión. Entre pasillos varios oficiales reconocen no estar de acuerdo con la imposición ni con el mecanismo propuestos. Solo Mars y Cargill se manifiestan algo de apoyo a la iniciativa de los dos países africanos, aunque vagamente. En declaraciones a EL PAÍS, un portavoz de Cargill responde que “las discusiones han sido positivas y constructivas”, que seguirán “hablando con las autoridades, con los consumidores y con los agentes”, pero que esperan “más detalles de los Gobiernos para entender en detalle cómo será la implementación”.

Colecta de frutos de cacao en Toumodi (Costa de Marfil).ampliar foto Colecta de frutos de cacao en Toumodi (Costa de Marfil). REUTERS

Por primera vez, los dos grandes productores se han decidido a hacer frente común para exigir que los beneficios del mercado lleguen a las plantaciones. El objetivo es, según el director del Ghana Cocoa Board, Joseph Boaheen Aidoo, “asegurar unos beneficios dignos para los agricultores”. Los campesinos que cultivan las plantaciones viven en la pobreza extrema. En una iniciativa conjunta inédita, Ghana y Costa de Marfil quieren usar la fuerza de su producción para incidir en el precio de venta. “No es cuestión de estar de acuerdo, es como si vas aquí al mercado de Abiyán: pagas el precio que te dicen las vendedoras”, zanja Aidoo.

Apuesta arriesgada

La apuesta es fuerte y arriesgada. El cacao es uno de los pilares de la economía marfileña. Un cuarto de su población depende del sector para sobrevivir. Un millón de pequeños agricultores plantan, recogen, abren el fruto y secan sus semillas, pero son más de 6 millones de personas las que comen gracias a esta actividad. Además, tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz, sigue siendo un sector estratégico. Al otro lado de la balanza, la demanda a nivel internacional va al alza y la unión entre los dos vecinos favorece su posición. Enemigos históricos, Ghana y Costa de Marfil acercaron posiciones después de la dura crisis de 2016 y ahora hacen frente común ante los gigantes chocolateros.

Del recorrido de los campos marfileños a las tabletas que se consumen en Occidente (Europa lidera la clasificación de consumidores) se nutre una industria de casi 90.000 millones de euros, de los que los distribuidores y fabricantes se quedan un 75% de los beneficios, mientras que los agricultores y productores perciben solo entre el 4 y el 6%. El pulso continúa abierto.

Fuente: El País