La economía española creció un 0,7% en el primer trimestre de 2018, según el avance preliminar adelantado este viernes por el INE. Esta cifra supone un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) igual al de los dos trimestres precedentes y confirma las previsiones del Banco de España, la Autoridad Fiscal y el panel de Funcas. En términos de variación anual, el PIB sufre una leve ralentización en el primer trimestre y solo avanza un 2,9%, tasa dos décimas inferior a la registrada en los tres anteriores trimestres. La actividad comienza el año todavía con inercia, aunque los analistas consideran que se irá moderando conforme avance el ejercicio.

De proyectarse ese 0,7% trimestral para todo el año, el crecimiento de 2018 se situaría en un robusto 2,8%, una décima más de lo que prevé el Gobierno en sus Presupuestos. 

La economía española mantiene su velocidad: creció el 0,7% en el arranque del año

Una vez superado el punto álgido de la incertidumbre en Cataluña, parecía que la economía española cobraba nuevos bríos. Los organismos y las casas de análisis revisaban al alza las previsiones, en parte por el buen comportamiento del sector exterior y en parte porque la crisis catalana apenas se notó en el resto de España. Además, tan pronto como se pasó lo peor y se intervino la Generalitat con el 155, algunos de los indicadores catalanes como el consumo recuperaron cierta normalidad.

Sin embargo, la Encuesta de Población Activa conocida este jueves ha supuesto un pequeño jarro de agua fría. La tasa anual de crecimiento del empleo se ralentizó hasta el 2,36%, frente al 2,65% del cuarto trimestre de 2017 y el 2,82% del tercer trimestre. Si además se resta el crecimiento del empleo público, que no aporta productividad, la ocupación del sector privado solo crece un 1,97%. «Tras sustraer el componente público, se trata de un dato de empleo incluso peor», explica el director del servicio de estudios de Randstad, Valentín Bote. Es cierto que el año pasado esta encuesta ya arrojó malos resultados a comienzos de año, y que luego se recuperó durante el segundo y el tercer trimestre, impulsada por el turismo y los servicios. Pero esta vez los analistas no creen que vaya a ocurrir lo mismo.

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El consumo no tiene visos de proseguir al mismo ritmo que en los años anteriores. «Para ello, con el ahorro tan bajo como está, habría que volver a endeudar mucho a las familias», sostiene María Jesús Fernández, de Funcas. En definitiva, empieza a agotarse la demanda de bienes como los electrodomésticos o los automóviles, cuyas compras se pospusieron durante la crisis y luego se dispararon con la recuperación. El turismo también ha mostrado crecimientos más suaves. Y las exportaciones de Aduanas están exhibiendo una leve ralentización, si bien las de las grandes empresas mantienen todavía el pulso. Salvo la inversión de las empresas, no se aprecia ningún motor que pueda seguir empujando con la fuerza de los años anteriores.

Y eso se traducirá en un crecimiento que este año probablemente dibujará un perfil ligeramente descendente, creciendo cada trimestre igual o un poquito menos que el anterior, según se recoge en el consenso de panelistas de Funcas. Aunque el año probablemente acabe con un robusto incremento del PIB del 2,7% tal y como prevé el Gobierno, la tendencia para el año siguiente será de moderación del crecimiento hacia tasas más cercanas al 2%.

Respecto al exterior, la actividad en Europa apuntaba en los últimos meses ciertos signos de haber alcanzado máximos y empezar a moderar su crecimiento. Sobre todo en los indicadores de confianza. En Alemania se han atribuido a un mal invierno y a la creación de cuellos de botella en la producción al estar operando al tope de capacidad. En algunos sectores los alemanes incluso estarían encontrando dificultades para hallar trabajadores. Pero también podría deberse a que los efectos de la subida del euro comienzan a notarse en las exportaciones europeas. O que la incertidumbre sobre el proteccionismo esté parando la inversión. En menor medida, se señala al Brexit o a la rebaja de las compras de deuda que hace el Banco Central Europeo, ahora en 30.000 millones mensuales frente a los 80.000 millones de 2016. En cualquier caso, los indicadores más recientes de confianza en Europa vuelven a dar señales positivas, al tiempo que la inflación sigue sin aparecer. Lo que todavía deja cierto margen al BCE para continuar con su política de deshacer los estímulos de forma muy escalonada.

Para muchos analistas, la duda persiste respecto a Cataluña. Un cuarto trimestre excepcional de exportaciones compensó que la demanda creciese en la región un 0% entre octubre y diciembre. Las pernoctaciones de extranjeros también acusaron el golpe. Sin embargo, de momento no se ha visto una repercusión clara en el empleo. «Habrá que ver cómo se comporta la inversión y si eso termina teniendo un impacto en la economía catalana, lastrándola de una forma mucho más gradual de lo esperado», apuntan.

Fuente: El País