Somos todos, no solo los científicos e ingenieros, los que debemos aprender a convivir con  tecnologías como la inteligencia artificial». Es el planteamiento que ha llevado a la investigadora Idoia Salazar a intentar explicar de manera divulgativa el impacto social de la inteligencia artificial y la robótica en el libro La revolución de los robots. Salazar, investigadora principal del grupo SIMPAIR, miembro de la European Alliance, dependiente de la Comisión Europea, considera que el peligro de esta tecnología reside en dejarnos llevar y traspasar los límites éticos.

Idoia Salazar, investigadora experta en inteligencia artificial.

¿Por qué cree que la inteligencia artificial crea cierto temor en algunas personas?

A nivel social, la revolución de los robots está causando diversidad de opiniones, pero, sobre todo, desconcierto por el previsible impacto que estas tecnologías tendrán en nuestra rutina diaria. La visión es en su mayoría negativa, claramente influida por la línea de la literatura y cinematografía de ciencia ficción en el mundo occidental. Aquí, los robots se han descrito casi como una tecnología peligrosa y muy avanzada capaz de acabar con la humanidad, pero en el mundo oriental son salvadores y protectores. Hasta poco eran algo que veíamos solo a través de una pantalla. Hoy los seguimos viendo en pantalla, pero en las del telediario.

Pero habrá algo más que ciencia ficción. ¿Qué hace diferente esta tecnología de otras para que cree tanta expectación?

Estamos dotando a las máquinas de una peculiaridad hasta ahora solo inherente al ser humano: la toma de decisiones. Y esto nos hace pensar si nos queda algo solo nuestro que nos haga ser diferentes. Durante la primera revolución industrial inventamos máquinas para mejorar físicamente. Por ejemplo, un tractor nos permitía arar los campos de manera eficiente más rápido. En estos momentos se destruyeron muchos puestos de trabajo, pero también se crearon otros, incluso más que los que se habían destruido, para el mantenimiento y manejo de esas máquinas. Surgieron movimientos contra las máquinas pero las ventajas eran superiores a los inconvenientes y la evolución histórica continuó.

Hay gente que tiene miedo a que una máquina pueda reemplazarnos.

Yo hablaría más bien de acompañamiento, de ayuda. La gran cantidad de datos que creamos diariamente hace muy necesario el desarrollo de una tecnología que nos ayude a manejarlos y a extraer todo su potencial. Aquí entran los sistemas de IA. Es una ayuda tecnológica que amplifica nuestras capacidades intelectuales. No tiene por qué reemplazarnos, pero llegará a tener esa capacidad si la dejamos.

¿Usted cree que las máquinas llegarán a tomar sus propias decisiones?

La capacidad está ahí. En nuestras manos está avanzar por este camino o establecer los límites éticos y legales necesarios para que, en un futuro, no ocurran cosas que no deseamos. Es fácil dejarse llevar con este tipo de tecnologías tan apasionantes. Ahí está el peligro.

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¿Considera necesario imponer límites legales?

Estamos hablando de una tecnología incipiente y creo que debe haber unos principios éticos que nos dirijan, pero poner límites legales ahora mismo sería como empezar la casa por el tejado. Llevar la ciencia ficción a la realidad es factible pero debemos preguntarnos si eso es exactamente lo que queremos.

¿Esos principios éticos deberían regularse a nivel global?

Un código ético internacional a nivel global es inviable. La moral depende de la cultura. Por eso a día de hoy no tenemos una opinión unánime de los coches autónomos. Hay sociedades que pueden mantener una actitud positiva frente a una tecnología y otras, negativa.

Hablando de legislación, ¿es usted de la de la corriente que opina que las máquinas deben pagar impuestos?

Con el envejecimiento de la población va a ser necesario que existan robots que, por ejemplo, ejerzan cuidados sobre nuestros mayores. Como este caso, habrá muchos otros en los que las máquinas suplan empleos porque no va a haber suficientes trabajadores para cubrir todos los puestos que va a crear la inteligencia artificial. Los robots que sustituyan esos trabajos tendrán un propietario. Yo creo en un sueldo ficticio que sirva para el propio mantenimiento de la máquina y, por lo tanto, esos salarios deberán acompañarse de su correspondiente pago de impuestos.

Hay gente a la que también le preocupa su privacidad y cómo la IA puede llegar a alterarla.

Es un hecho que también preocupa a los gobiernos y a las empresas. Por eso, hay que educar sobre valores como la privacidad y la importancia de la ciberseguridad. Aun así, veo en este miedo un componente generacional.

Si dependiera de usted, ¿cuál querría que fuera el futuro de la inteligencia artificial?

Creo que antes de crear una tecnología basada en la IA deberíamos preguntarnos para qué es útil. Está claro que ya tenemos en nuestras manos crear lo que hemos visto en la ciencia ficción y leído en la literatura pero, ¿verdaderamente es lo que queremos? ¿Para qué nos puede servir una pistola láser? A mi me gustaría que toda creación basada en la IA fuera útil. 

Fuente: El País