Cuando Greta Thunberg cruzó el Atlántico por mar para asistir a la Asamblea de Acción Climática de la ONU de Nueva York sumándose al movimiento Flygskam (vergüenza de volar), puso a la industria aeronáutica en el centro del debate sobre cuáles son sus responsabilidades en el cambio climático. Este miércoles, casi un mes y medio después de que acabara aquella travesía, IAG, uno de los gigantes del aire –controla British Airways, Iberia y Vueling, entre otras aerolíneas, anunció un paso al frente ante esa polémica con el compromiso de anular gradualmente su huella de emisiones de CO2 hasta llegar al cero en 2050. Invertirá en combustibles sostenibles, renovará su flota con aeronaves menos contaminantes y buscará alternativas que compensen lo que a día de hoy, asume, es inalcanzable: aviones que no contaminen. “Es un objetivo muy ambicioso”, afirmó el consejero delegado del grupo europeo, Willie Walsh, que sacó pecho de que IAG sea el primer grupo del sector que se compromete a ello. 

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El plan de IAG parte de tres premisas que ayer dejó claras Walsh en un encuentro con periodistas al que fue invitado EL PAÍS. La primera es que la alternativa de aviones propulsados por baterías o híbridos, como sucede en la industria del automóvil, no es hoy una solución real para la aviación. Otra, que en algunos casos no hay alternativa al avión, ya sea por cuestión de infraestructura o de tiempo disponibles. Y una tercera que marcaba de cerca a las administraciones, cuando negó que mayores gravámenes por volar vayan a contribuir a la transición energética en el sector. Sus palabras llegan justo cuando se acaba de estrenar el nuevo Gobierno europeo, en el que habrá debate sobre nuevas tasas ambientales a las aerolíneas, y cuando algunos ejecutivos nacionales –con Holanda a la cabeza– aprietan para elevar las tasas a los usuarios de aviones. Lejos de todo eso, Walsh pidió lo contrario: incentivos “para acelerar la inversión en nuevas tecnologías” ante la falta de alternativas a los combustibles fósiles.

El mayor esfuerzo que hará IAG para lograr su objetivo será una inversión de 27.000 millones de dólares –teniendo en cuenta los precios de catálogo, no los descuentos que consiguen las aerolíneas– para cambiar 142 aeronaves durante el próximo lustro. Existe una teoría en el sector que asegura que cada nueva generación de aviones supone una reducción del consumo de queroseno un 25%. Walsh aseguró ayer que cambiar los Boeing 747 por el Airbus 350 permitirá un ahorro del 38% de combustible a la vez que aseguró que el 80% de las emisiones que lanza la industria aeronáutica a la atmósfera proceden de vuelos de largo radio.

Pero el grupo europeo no prevé limitarse a ahorrar queroseno con su nueva flota de aviones. Prevé invertir 400 millones de euros los próximos 20 años para el impulso de combustibles sostenibles, con los que podría reducir un 10% el consumo del actual, según sostuvo Walsh. En esa estrategia figura la compañía conjunta creada por British Airways con la compañía Velocys para construir la primera planta europea de reciclaje de residuos domésticos en gasolina para sus aviones. Según los datos de IAG, ese tipo de combustible sería capaz de reducir un 70% las emisiones de dióxido de carbono. 

Para contrarrestar la huella de carbono de sus aviones, el consejero delegado del grupo explicó que IAG continuará investigando junto a la compañía estadounidense Mosaic Materials una tecnología que permita capturar CO2 de la atmósfera. Pero lo más rápido, el próximo año, será la operación de British Airways para compensar el equivalente a las emisiones de carbono de sus vuelos domésticos en Reino Unido a través de la inversión en programas de energía solar o de reforestación en Sudáfrica, Asia y África. Eso, no obstante, reconoció Walsh, representa solo el 2% de la capacidad de la compañía.

Las intenciones anunciadas ayer por IAG se suman al plan Corsia que la industria aeronáutica selló con Naciones Unidas para reducir en 2.500 millones de toneladas de emisiones entre 2020 y 2035. Aquel plan representaba una inversión de 40.000 millones de euros en distintos proyectos. Se calcula que la aviación está detrás del 2,5% de las emisiones, aunque con un riesgo de cuadruplicarse en poco tiempo ante la falta de combustibles alternativos y la reducción de emisiones de otros medios de transporte, como el tren o el coche.

Fuente: El País