Holanda tiene fama de prudencia fiscal. Pero hasta los alumnos aventajados a veces tienen que coger atajos. Sin plantear una revolución que empañe su ortodoxia económica, el presupuesto que el Gobierno holandés presentó hace unas semanas para 2020 contiene un plan de estímulo basado en rebajas de impuestos y más gasto público. El motivo de esta decisión es la incertidumbre exterior que rodea al país. Si mira a un lado, ve cómo Alemania renquea; si gira la vista al otro lado, tiene un fantasma llamado Brexit. En un lugar donde los diques de contención son clave, el Ejecutivo holandés ha puesto 3.000 millones encima de la mesa para que la marea no empañe una economía que, hasta el momento, marcha bastante bien.

Las exportaciones al Reino Unido representan el 3,3% del PIB, según la Oficina Central de Estadística, por lo que Holanda sería uno de los países de la Unión Europea (UE) más afectados por una salida no negociada. En la zona euro, el efecto general del Brexit “será mayor que cualquier problema comercial que pudiera surgir con Estados Unidos, dado el grado de integración británico en la Unión”, dice Mark Thissen, investigador del Instituto de Política Ambiental y Regional. Pero, añade a continuación, “la economía holandesa va bien en estos momentos: el paro es del 3,5%, no hay déficit, los tipos de interés están en cero para el Gobierno y se habla de gastar un poco más porque hay superávit presupuestario”. Además, la armonía de la coalición de centro derecha en el poder es visible, y el Congreso aprobó el pasado 17 de septiembre, por amplia mayoría, los Presupuestos del Estado para 2020.

Leve desaceleración

La economía holandesa creció un 2,5% en 2018. Las previsiones apuntan a una desaceleración, aunque moderada. Thissen confirma el “excelente” estado de la economía comparada con otros países, entre ellos la vecina Alemania, “porque se trata de ciclos financieros diferentes”. “Es posible que la gente vea la economía como una competencia entre países, y tal vez ocurra con las empresas, pero no con los Estados, porque todos lo notan cuando uno no crece”, señala.

El frenazo de Alemania preocupa dados los fuertes vínculos entre ambos países

Mathijs Bouman, economista y periodista, con una columna en el diario financiero Het Finan­cieele Dagblad, recuerda que la economía holandesa “es abierta” y muy conectada con Alemania, “donde empieza a notarse una desaceleración tras un malísimo año para su industria, y eso acabará repercutiendo en Holanda”. Para 2019, la Oficina Central de Planificación calculó un crecimiento del 1,8%; la previsión para 2020 es de un 1,5%, y el paro subirá al 3,6%. “Sin embargo, se espera que 2020 sea el quinto año consecutivo sin déficit [un 0,3%] y la deuda pública está por debajo del 50% del PIB, así que es el momento de gastar un poco más y bajar algo los impuestos. Es posible que el ciudadano no lo perciba bien en su salario, pero los que encuentran trabajo sí lo notan”, señala Bouman.

El buen momento holandés actual se debe en gran parte a una mayor pujanza de la actividad en doméstica. En este sentido, y para incentivar el poder adquisitivo, el Gobierno ha fijado en 3.000 millones las rebajas fiscales. Entre otros, subirán los subsidios de salud y bajará el impuesto sobre la renta. “Holanda aguanta bien en un mundo donde crece la inestabilidad económica y geopolítica. Y los impuestos son de la gente, no del Gobierno o de los políticos”, afirmó Wopke Hoekstra, ministro de Finanzas, durante la presentación de los presupuestos en el Congreso.

Subida salarial

Tras conocer los estímulos, la oposición criticó al Gobierno de centro derecha liderado por Mark Rutte su “falta de ambición” en áreas como el clima y la educación. Además, socialdemócratas y ecologistas pidieron mayor gasto para ampliar el número de viviendas asequibles y asegurar “el cuidado de los mayores”. Sin embargo, el Congreso se puso de acuerdo en una cosa: pidió, por unanimidad, una subida de los salarios de hasta un 5% para los empleados de empresas con grandes beneficios. La propuesta salió de las filas del Partido Socialista, porque considera “que los empleados deben participar de las ganancias de las compañías donde trabajan”. El Gobierno no puede influir en esta materia, y se trató en realidad de una declaración de principios, pero abundó en el tono general de aprobación ante la situación económica y el conjunto de los presupuestos.

“Hay mucho dinero sobre la mesa, por así decirlo, y se han neutralizado temas como el clima, con un acuerdo gubernamental que implica a otros sectores de la sociedad, de modo que es lógico que haya menos fricciones que en otros ejercicios. Sin olvidar que el Gobierno no tiene mayoría en el Senado y necesita acuerdos en la Cámara baja. Pero también lo es que el ciudadano tema recortes a partir de 2020, aunque de momento nadie predice una recesión”, añade Bouman. “Es verdad que falta personal en la construcción y en el sector de la energía en sentido amplio, ya sean paneles solares o molinos de viento, y eso puede limitar la transición energética”, apunta Thissen, “pero es un problema que solo se ha señalado, por ahora”.

La oposición critica los presupuestos de 2020 por su “falta de ambición”

Otra cosa es el Brexit: “Ese gran desconocido”, en palabras de Bouman. Un sondeo de la Confederación de la Industria y la Empresa, la patronal holandesa, señaló que más del 80% de los empresarios que tiene negocios con el Reino Unido “piensa que las firmas británicas no están preparadas para el Brexit, y un 47% de estos teme las consecuencias”. Al mismo tiempo, más del 60% de los empresarios “dicen que están bien preparados; un 35% indica que no están aún al día”. Para las pymes, “lo peor serán las tarifas de importación y los controles fronterizos en el puerto de Róterdam”. Mark Thissen asegura que “el Brexit será siempre malo para el Reino Unido, y es preciso evaluarlo también a escala regional holandesa, porque ahí habrá diferencias notables”.

Bouman añade que la incertidumbre es visible pues las firmas holandesas operan a escala internacional, y con un Brexit duro el efecto de las tarifas de importación y otras barreras comerciales será mayor. “La industria de la alimentación, agricultura y química sufrirán con la salida británica de la UE”, añade. El traslado de empresas a Holanda por la cercanía, infraestructuras y uso del inglés sí es interesante para la economía nacional, pero ambos expertos coinciden en que es un efecto secundario porque “el Brexit es un desastre para Europa”.

Fuente: El País