Imposible entender al ser humano sin la tecnología. El descubrimiento del fuego supuso hace cientos de miles de años el pistoletazo de salida de una cascada de innovaciones que nos han traído hasta donde estamos hoy. Pero resulta que la búsqueda de nuevas tecnologías es tan antigua como el temor que inspiran estas en los individuos.

Esos recelos son normales. Tan importante es producir buena tecnología como saberla acoplar bien con las normas éticas y las costumbres de cada momento. Leigh Hafrey, profesor de Ciencias del Comportamiento y Política en el Sloan School of Management del Massachusetts Institute of Technology (MIT), ha estudiado la relación entre tecnología y cultura.

Hafrey, en Madrid durante la entrevista.

“La cultura siempre responde. Estamos constantemente tratando de dar forma o modificar lo que los inventores crean para adaptarlo a nuestro estilo de vida. La tecnología nos aporta ese material nuevo y luego nosotros reaccionamos ante ello, a veces sumisamente y otras revolviéndonos”, explica a EL PAÍS RETINA antes de dar una conferencia en Madrid invitado por el Aspen Institute España y Fundación Telefónica en el marco del programa Tech & Society.

En unas ocasiones, explica, la tecnología aporta nuevas vías de comunicación y, por tanto, de relacionarnos entre nosotros. En otras, restringe nuestras posibilidades. Eso sucedió con la bomba atómica. “Durante años, la amenaza nuclear fue omnipresente: estaba implícita en todo lo que hacíamos, desde cómo se relacionaban los países entre sí hasta las formas de expresión artística”.

Hafrey no tarda en sacar el ejemplo de Frankenstein, la novela de Mary Shelley que cuenta la historia de un científico que crea una criatura. “Se escribió hace dos siglos y todavía seguimos haciendo películas y series sobre ello. Es crucial lo que pensemos sobre lo que hacen los científicos y sus creaciones”, asegura.

  • El peso de la ciencia ficción

Por eso es tan importante, opina Hafrey, que se produzcan obras de ciencia ficción. “Este género siempre habla del futuro, pero lo que imaginamos sobre lo que pueda pasar más adelante afecta a nuestro comportamiento de hoy”. La relación entre tecnología y cultura es de ida y vuelta: nuestros valores también afectan a cómo pensamos y desarrollamos la tecnología.

“Lo curioso es que la ciencia ficción se suele considerar como un ejercicio artístico de segunda categoría, cuando resulta que, a lo largo de la historia, mucho de lo que consideramos ciencia ficción acaba siendo predictivo de hacia dónde vamos, de lo que vivimos. En parte porque esas historias inspiran a los científicos a crear o buscar los adelantos descritos en algunas obras”, subraya quien fuera editor en The New York Times Book Review. “No tenemos mochilas voladoras, como se describía en los dibujos de los años cincuenta o sesenta, pero hemos logrado muchas otras cosas que se basan en la visión del futuro que tenía Julio Verne”, explica Hafrey.

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Eso no tiene por qué ser positivo, porque la ciencia ficción a menudo es distópica, pero dice mucho de cómo absorbemos los cambios tecnológicos.

  • Cambio de paradigma

El siglo XX vio grandes inventos que cambiaron la humanidad. Y, visto lo que llevamos de siglo XXI, este puede ser todavía más rompedor. ¿Vivimos un momento único? “Creo que no. Acepto la premisa implícita en el cambio de paradigma descrito por Thomas Khun, pero mi sensación es que estamos constantemente adaptándonos, así que, aunque atravesemos un momento en el que las cosas parezcan más grandes en términos de potencial de disrupción, todavía respondemos culturalmente y todavía hacemos los cambios necesarios en nuestra vida diaria para no solo aceptar la tecnología, sino hacerla útil”, zanja este ponente habitual del Foro de Davos.

Ese último aspecto de la tecnología, su cualidad de hacernos la vida más fácil, tampoco está claro del todo. “Hay veces que las tecnologías surgen de descubrimientos que hacen posible un determinado cambio, no necesariamente positivo. Descubrimos nuevos materiales, nuevos procesos… Algunos científicos buscan innovaciones para mejorarnos la vida; otros siguen los caminos que se van abriendo para ver dónde llegan. Creo que necesitamos una mezcla de ambos”, ilustra Hafrey.

El trabajo nunca se acabará

Muchos pensadores advierten de que la creciente automatización del trabajo puede causar estragos en términos de empleo. Leigh Hafrey no se cuenta entre ellos. “La historia muestra que cada vez que llegamos a un cambio de paradigma, a un momento en el que la gente dice que la nueva tecnología va a eliminar puestos de trabajo y que va a cambiar radicalmente el mercado de trabajo. Resulta que sí, que a corto plazo hay muchos que pierden el empleo y sufren, pero que, a medio y largo plazo, esos cambios producen nuevos tipos de empleos”, concluye.

Fuente: El País