Vuelve la idea de crear un seguro de desempleo europeo. Afloró ya en 2012 en el Informe de los cuatro presidentes. La ministra de Economía, Nadia Calviño, la ha reincorporado al túrmix del debate sobre la profundización de la unión monetaria, caliente hasta diciembre.

La última aportación (tras la Comisión, el FMI, Italia, el CEPS…) proviene del Parlamento Europeo. También ahí tiene un agarradero, en algunos pasajes del informe Böge-Berès.

Todos estos papeles tienen un hilo conductor. Doble. Uno, el objeto. Al recibir ayuda europea en la crisis para pagar el seguro de paro, los países vulnerables podrían dedicar los enormes recursos que deberían destinarle, a fortalecer la inversión, la habitual víctima inmediata de los recortes.

Una “mutualización parcial” ayudaría así a “reducir la severidad de las recesiones y otorgar a los gobiernos” un “espacio fiscal para aplicar reformas” e “invertir” (A European Unenomployment benefit insurance, Fundación Bertelsmann, 2014).

El otro es el cómo. Para evitar que este apoyo devenga en transferencia permanente, para evitar el “riesgo moral” de los receptores que se habitúan a costa de los contribuyentes: la angustia alemana.

El interés del último documento (Fit for purpose: a German-spanish proposal for a robust european unemployment insurance, Fundación Ebert, con apoyo de Agenda Pública) es que ha sido gestado en comandita, entre otros expertos, por eurodiputados (socialistas) del Norte y del Sur: el alemán Jakob von Weizsäcker y el español Jonás Fernández. Mutualiza sensibilidades.

No se busca el ideal, un seguro pagable directamente desde la Unión, que lo haría más visible. Sino lo viable: una bolsa que ayude a los Gobiernos a afrontar el pago. Ese fondo tendría una parte nacional (el 80%) y otra europea (el 20%).

Cada país contribuiría a rellenarla con una décima de su PIB hasta un tope del 1% (luego pararía). Si su paro superase el 0,2% del año anterior, podría sacar recursos de la caja propia; si creciera el 2%, también del compartimento común: en mayor proporción a mayor aumento del desempleo.

Si el fondo europeo incurriese en déficit porque muchos tirasen de su manga, se le autorizaría a emitir bonos: es el elemento más claro de mutualización. Compensado por mayores responsabilidades: los más deficitarios contribuirían en mayor medida cuando su situación se normalizase. Es el cortafuegos del riesgo moral. El cómo.

Si este sistema se hubiese aplicado en la crisis, España habría recibido un fuerte apoyo, de hasta un 2,5% de su PIB, lo que es muy significativo. A cambio, en 22 años Alemania solo habría aportado en total medio punto de su PIB, un 0,02% anual.

Lo más decisivo: los del Norte habrían recibido ayuda en 41 ocasiones; los del Sur, 48. El sistema es equilibrado. Condición necesaria para volar. Pero no suficiente: requiere un férreo apoyo político.

Fuente: El País