Jamshid Alamuti (Teherán, 1966) inclina el cuerpo hacia delante en su asiento cuando toma la palabra y comienza a gesticular cuidadosamente, sin dejar de mirar a los ojos a su interlocutor. A todas luces, presenta una pose de profesor entregado, aunque él prefiera utilizar términos como mentor o consejero. Es el cofundador de Pi School, una escuela de emprendedores que combina inteligencia artificial y creatividad para aplicarla a la innovación y el liderazgo. “Vivimos un momento en el que la información está disponible para todo el mundo, la era del networking, así que si quieres aprender algo, ya no es cuestión de quién te enseña qué, sino de dónde y cómo aprender”.

Jamshid Alamuti durante su ponencia en el Club de Creativos de San Sebastián.

Su iniciativa está integrada en Pi Campus, un ecosistema de emprendimiento con base en Roma con la ambiciosa pretensión de dibujar el Silicon Valley europeo. “Tenemos que asegurarnos de que el talento se queda en casa, que la gente buena no tenga que ir a EE UU para tener éxito. Si quieres hacer algo para mejorar la sociedad, tienes que estar cerca del problema para darle solución: ser más local”.

¿Cuál es el modelo de enseñanza por el que apostáis en Pi Campus?

Tenemos diferentes formatos: eventos con aforo para 300 personas, workshops de 20 alumnos, programas de dos semanas para ingenieros talentosos… Pero el sistema siempre es el mismo. Enseñamos en la piscina, en el jardín, en la sala de estar… No tenemos clases reales. De esta forma, el conocimiento se comparte con más fluidez. Buscamos una educación más práctica. Pensamos que la mejor manera de que una persona aprenda algo es darle la posibilidad de resolver un problema. La estructura de la sociedad y las organizaciones están cambiando de un modelo jerárquico, donde el que está arriba sabe más que el que está abajo, a otro basado en el networking, en el que importa más el aprendizaje continuo. Creemos que la enseñanza debe ser gratuita, así que no cobramos a nuestros alumnos.

Entonces, ¿cuál es vuestro modelo de negocio?

Instalaciones de la Pi School en Roma.

Acudimos a empresas grandes y pequeñas, les preguntamos por sus problemas estratégicos y vemos si podemos ayudarles. Entonces, buscamos a los mejores profesionales, los juntamos en nuestro espacio, les damos el problema y les traemos mentores de Google y otras compañías punteras para que les enseñen a trabajar en ello. Los estudiantes reciben formación, pero, al mismo tiempo, están trabajando en los problemas reales de un cliente. Después de estar con nosotros las ocho semanas que puede durar un programa, el coste está cubierto por las compañías.

¿Y ganan dinero los estudiantes por el trabajo que están realizando?

Las empresas no les pagan, porque ellos trabajan en el proyecto para nosotros, pero una vez que terminan, no es raro que, después de entregarlo, vean el resultado y se pongan en contacto con ellos para ofrecerles trabajo. En ese caso, nosotros salimos de la ecuación y eso es lo que nos diferencia de las incubadoras tradicionales: solo nos dedicamos a la formación y no pretendemos hacer negocio más allá de eso.

¿Cuáles son los problemas de la educación tradicional?

El problema principal empieza con los profesores. Un profesor de universidad ha pasado por sus años de carrera, una especialización por medio de un máster y más años en un doctorado. En este punto, tiene una tesis en la cabeza que sigue desarrollando durante más tiempo gracias a la investigación y a la enseñanza. Cuando vas como estudiante a una universidad, la persona que está sentada delante de ti te está dando información que tiene por lo menos 20 años. Si queremos cambiar el sistema de educación, lo primero que hay que cambiar es a esta persona.

Enseñarle a enseñar.

Descubrir la manera de que cambie su comportamiento y actitud, las cosas en las que cree y conseguir que tenga intención de reeducarse, en el sentido de actualizarse. Su conocimiento tiene un valor inestimable, porque la investigación es importante y requiere tiempo, pero la conversión de esta información para hacerla relevante es imprescindible y es aquí donde hay que poner el foco.

¿Está aportando algo el plan Bolonia en este sentido?

En muchos casos. Hay cada vez más iniciativas para enseñar de formas diferentes y eso es muy positivo. Muestra que la gente se va dando cuenta del reto que existe en educación. Hay organizaciones que empiezan a enfocarse en la educación desde etapas muy iniciales. Si quieres que alguien piense de otra manera y solo te enfocas en la universidad o incluso en etapas posteriores, es más difícil sacarles de la cabeza un modelo de aprendizaje anticuado.

Uno de los principales conductores de Pi School es la inteligencia artificial. ¿Estás de acuerdo con las predicciones catastróficas de Elon Musk o Nick Bostrom si no prestamos atención a cómo trabajamos esta tecnología?

La parte ética que encierra la inteligencia artificial es tremendamente importante. La persona que desarrolla un algoritmo no se plantea por qué lo hace: lo hace porque puede. Necesitamos descubrir cómo cubrir diferentes perspectivas y controlar cómo usamos la tecnología, pero entendiendo que es una herramienta que, por sí sola, no cambia el mundo: es el uso que hagamos de ella lo que transformará la sociedad.

Dicho esto, es positivo que exista concienciación sobre cómo tenemos que usar la tecnología, porque el riesgo crece rápido. Es bueno que gente como Musk se preocupe de concienciar a la gente de cómo tenemos que usar la tecnología, porque el riesgo crece rápido. Google y Facebook perderán su poder de monopolio tarde o temprano porque la gente cada vez tendrá más cuidado. Al fin y al cabo, la inteligencia artificial es como un animal que se alimenta de datos y si le das datos erróneos, termina colapsando.

¿Colapsará la sociedad estos sistemas?

En absoluto, simplemente digo que, con el tiempo, seremos más cuidadosos con lo que tenemos entre manos y nos responsabilizaremos de nuestros propios datos. El escándalo de Facebook sirve de recordatorio de que siempre habrá gente levantando la voz cuando la tecnología se use de forma errónea.

¿Puede ser blockchain la mejor herramienta para recobrar la propiedad de nuestros datos?

Creo que afectará mucho. Lo único que me da miedo es que, incluso hoy, nadie sabe dónde y por quién serán construidas las plataformas blockchain que utilice la gente para tener el control de su información. Actualmente, no hay una gran plataforma de blockchain que destaque, aunque cada vez hay más. Cuando exista una buena opción con suficientes alternativas decentes, podrá cambiar el uso que damos a internet.

Antes, la gente tiene que confiar en esas plataformas.

Por supuesto. Es absolutamente una cuestión de confianza. Sucede lo mismo con la inteligencia artificial: tenemos que perder el miedo a usarla. Cuanto antes lo hagamos, antes podremos tomar el control. Es cierto que puede acabar con muchos trabajos, pero eso no es un problema. La inteligencia artificial es una bendición, nos promete algo que nunca podríamos comprar: tiempo. Ver cómo compensar financieramente el tiempo que nos puede dar esta tecnología es el gran reto de la sociedad.

Fuente: El País