La base informativa de la democracia, sus normas y sus mecanismos de funcionamiento están en peligro por una tormenta que arrasa todo a su paso. El entorno mediático actual no es positivo para nadie en la sociedad civil, incluidas las organizaciones filantrópicas y cualquiera cuyo objetivo sea el bien común. Los acontecimientos políticos y sociales que se han producido en el planeta en los dos últimos años han sacudido nuestro mundo. Como alegan Bruce Sievers y Patrice Schneider, “una amenaza existencial para la democracia”.

Si hubiese escrito estas líneas hace solamente dos años, los argumentos que voy a utilizar habrían sido distintos, pero el contexto ha cambiado. Pensemos en los obstáculos a los que se tienen que enfrentar hoy tanto el periodismo como la filantropía: existen miles de páginas web que difunden constantemente desinformación, y cuentas automatizadas —los denominados bots— que están programadas para difundir noticias falsas a una escala nunca antes conocida. Se han dañado procesos políticos como el referéndum sobre el acuerdo de paz en Colombia y las elecciones en Holanda, Francia y Estados Unidos. Y la manipulación de los medios está contribuyendo a reducir el espacio democrático en Europa del Este, impulsar a la extrema derecha en Alemania y alimentar conflictos en Siria, Yemen, Myanmar y Turquía, además de sobresaltos como el Brexit y la crisis constitucional/proceso independentista de Cataluña en España.

Todos estos procesos has estado muy influidos por el hecho de que la ciberpolítica actúa de forma instantánea, con metodologías que incluyen el social listening, el proceso de analizar las conversaciones digitales para entender lo que está diciendo la gente sobre un tema determinado a tiempo real.

Por desgracia, ni la filantropía ni los medios de comunicación están listos o capacitados para combatir unas herramientas tan sofisticadas. Por lo menos, no todavía.

Los medios recurren al sensacionalismo para lograr el dinero de la publicidad, pero este es un bien escaso

¿Por qué están aún tan alejados los mundos de la filantropía y los medios de comunicación? ¿Qué podemos y debemos hacer para acercarlos y hacer realidad la promesa de una relación recíproca? En este artículo examino el espacio en el que se encuentran estos dos mundos y qué sucede a consecuencia de ese encuentro. Mi tesis es que, hoy más que nunca, la filantropía y los medios de comunicación no solo necesitan tener una colaboración más eficaz, sino que se necesitan mutuamente para cumplir sus respectivas misiones.

La filantropía y los medios de comunicación siempre han sido conceptos muy claros. Filantropía es, en términos generales, la promoción del bienestar de otros mediante el uso de dinero para causas de interés público. Los medios son los métodos principales de comunicarse con el público, sobre todo, para la transmisión de noticias e información.

Sin embargo, en la actualidad, tanto la definición de filantropía como la de medios de comunicación son más maleables. Por ejemplo, la compra de The Washington Post por parte del fundador de Amazon, Jeff Bezos, ¿es una muestra de filantropía? La mayoría de la gente diría que por supuesto que no. Sin embargo, Bezos impidió que el periódico desapareciera. El hecho de que Laurene Powell Jobs y su organización, Emerson Collective, hayan adquirido una participación mayoritaria en The Atlantic, ¿es una muestra de filantropía? Ellos dicen que sí.

Por su parte, el periodismo tiene hoy muchos rostros diferentes y lo ejercen muchos tipos distintos de organizaciones. Pensemos en el periodismo constructivo, tal como lo define Ulrik Haagerup, de The Constructive Institute, y en el periodismo de soluciones que ofrecen Tina Rosenberg y David Bornstein en su columna de The New York Times “Fixes”; pensemos en el periodismo como servicio público y comunitario tal como lo definen Jeff Jarvis y otros en la City University de Nueva York (CUNY). El suministro de noticias e información tiene, más que nunca, el propósito de mejorar la vida de las audiencias a los que está dirigido. Pero no es ninguna novedad. Ralph Waldo Emerson, cofundador de The Atlantic hace 160 años, estableció que la misión de la publicación era “contribuir a la igualdad de todas las personas”, un ideal mencionado por Powell Jobs en el momento de comprar la revista The Atlantic.

¿Por qué no vimos lo que se avecinaba y no estábamos preparados? ¿Deberían haber cambiado más deprisa tanto las prioridades de los filántropos y sus fundaciones como la conversación y el discurso públicos inspirados por los medios, para responder a los grandes cambios en el panorama político?

La filantropía está reaccionando… poco a poco

En Estados Unidos, por ejemplo, el Prototype Fund que lanzó la Fundación Knight, la News Integrity Initiative (Iniciativa para la integridad de las noticias), financiado por Facebook y organizado por CUNY, está reanimando el gusto por la cultura mediática (media literacy) y dando nuevo impulso a las iniciativas dedicadas a comprobar la veracidad de las informaciones publicadas (fact-checking). Varias organizaciones filantrópicas con sede en Estados Unidos, Ford, Hewlett a través de la Iniciativa Madison, y sobre todo Open Society Foundation están tratando de mitigar los efectos de la desinformación y la propaganda.

La filantropía no se ha organizado con la coherencia y la velocidad necesarias para afrontar los grandes problemas antes mencionados

En Europa, las instituciones europeas y algunos Gobiernos, sobre todo Alemania, han dado una respuesta. Ya están funcionando varios programas, a los que contribuyen de forma importante fundaciones europeas como ZEIT Stiftung y Fritt Ord. También se han anunciado otras iniciativas prometedoras como el Fondo para la Democracia y la Solidaridad en Europa, pero todavía no están plenamente operativos.

La verdad es que los últimos vuelcos vividos en el mundo no solo han puesto de relieve hasta qué punto las organizaciones filantrópicas estaban poco preparadas, cómo se han limitado a reaccionar y lo poco que sabíamos de los escenarios posibles, sino que también han sorprendido al periodismo. Ni los filántropos ni los periodistas tuvimos la curiosidad suficiente.

¿Qué debe hacer la filantropía?

Como subraya James Deane, director de investigación de la BBC Media Action, los filántropos “se han dado cuenta de repente de lo importantes que son los medios independientes y lo mucho que se han debilitado las democracias por culpa de la información falsa y la desinformación”. La financiación filantrópica de los medios de comunicación debe abordar un problema fundamental para superar la amenaza actual más inmediata, el declive de los medios cívicos y el subsiguiente deterioro del discurso público como condición necesaria para que la sociedad civil funcione.

La filantropía ha hecho posible que existan numerosas organizaciones independientes de medios de comunicación en lugares en los que es difícil hacer llegar información veraz a los ciudadanos, como MalaysiaKini en Malasia, la mayor parte de las organizaciones dedicadas al periodismo de investigación sin ánimo de lucro en todo el mundo, como IDL-Reporteros en Perú, e incluso las organizaciones que han coordinado la investigación sobre los Papeles de Panamá, entre otras muchas. Estas son algunas de las aportaciones más importantes que ha hecho la filantropía institucional.

Muchos han llegado a la conclusión de que no tienen más remedio que recurrir al clickbait, al sensacionalismo, para lograr el dinero de la publicidad, pero el dinero de la publicidad no siempre está presente

Ahora bien, las organizaciones filantrópicas se enfrentan a muchos problemas e intentan abarcar demasiado. Existen muchas necesidades sociales urgentes, además de afrontar la pérdida de confianza y el aumento de la desinformación. Por ejemplo, las fundaciones tienen un papel importante a la hora de financiar medios que mantengan y profundicen la información sobre causas concretas como el cambio climático, la resiliencia y la urbanización, la salud y la ayuda humanitaria, entre otras muchas.

En el caso de España, es una organización americana y no una local, la que apoya el esfuerzo de este medio de comunicación, con Planeta Futuro, en mantener informada a sus audiencias sobre las necesidades a las que se enfrenta el mundo para acabar con la pobreza y la desigualdad.

Pero las fundaciones tienen que desarrollar estrategias de financiación más cohesionadas. Las organizaciones filantrópicas “tienen filosofías, visiones del mundo, marcos de resultados diferentes, a veces contrapuestos, y un extraordinario grado de incoherencia y de afición a seguir modas”. Es una acusación razonable: la filantropía no se ha organizado con la coherencia y la velocidad necesarias para afrontar los grandes problemas antes mencionados. Se han hecho numerosos esfuerzos, pero queda mucho por hacer. Entre otras cosas, varias de las principales organizaciones filantrópicas se han organizado en grupos con arreglo a distintas afinidades y en función de una causa o una zona geográfica concreta; por ejemplo, iniciativas como Media Impact Funders en Estados Unidos y Journalism Funders Forum en Europa.

En los medios, el artículo es la mercancía y la ‘confianza’ es la moneda de cambio

Si la filantropía, en sus mejores momentos, está en primera línea de la búsqueda de la justicia social, los medios de comunicación, en su mejor versión, encabezan la lucha para detener los abusos más graves. Y, como mínimo, tienen la capacidad de definir la conversación y establecer prioridades.

Anya Schiffrin, de la Universidad de Columbia, explica mejor que nadie que “los periodistas llevan más de cien años llamando la atención sobre los problemas más graves”. Lo que han escrito ha tenido una repercusión importante, y siempre ha existido una oleada de “periodismo comprometido y activista” cuando “un clima general de fermento intelectual y activismo político” lo reclamaba.

Sin embargo, los medios han sufrido una transformación masiva en la última década, debido a tres tendencias muy claras. En primer lugar, la revolución tecnológica nos ha hecho poner en duda la mayoría de nuestras ideas sobre lo que es un sistema de medios de comunicación, cómo se crea, qué hace y con qué propósito. Por si fuera poco, está en marcha una nueva perturbación, todavía mayor, como consecuencia de la robótica, la inteligencia artificial, la inteligencia artificial cognitiva y los big data o datos a gran escala. La víctima más visible de esta transformación es el modelo de financiación. En el sector, muchos han llegado a la conclusión de que no tienen más remedio que recurrir al clickbait, al sensacionalismo, para lograr el dinero de la publicidad, pero el dinero de la publicidad no siempre está presente.

Por mucho que los medios estén en una situación complicada, lo que no ha desaparecido es la autoridad y la influencia que ejercen

En segundo lugar, y más importante, el sector de los medios de comunicación, en el intento de garantizar su supervivencia, ha perdido el rumbo. La realidad hizo que la supervivencia fuera más importante que la misión de proporcionar un servicio a la sociedad. “La industria de la información ha dejado de existir”, se lamenta Emily Bell en un informe sobre el periodismo postindustrial publicado por el Tow Centre for Digital Journalism de la Universidad de Columbia.

Quizá el declive no sea para tanto, pero todo el mundo está bastante de acuerdo en que la perturbación continua del sector de los medios de comunicación ha producido al declive del periodismo de interés público y, en concreto, las noticias e informaciones sobre cuestiones de las que, en el mejor de los casos, no se hablaba lo suficiente, y sobre las que rara vez se informaba de manera habitual o en profundidad.

La tercera crisis de los medios es su pérdida de credibilidad. Una encuesta realizada en 2017 para el Reuters Institute Digital News Project muestra que en Europa la confianza en los medios de comunicación cae año tras año. Por su parte, el informe anual sobre la confianza que elabora Edelman muestra la pérdida de confianza de la población en las instituciones de Gobierno, las empresas los medios y las ONG en todo el mundo, y la mayor caída es la de los medios.

Pero no todo el mundo es pesimista. Barbara Hans, directora de Spiegel Online, por ejemplo, ha repetido que los medios tienen una verdadera oportunidad de “recuperar su auténtica función en la sociedad y su papel crucial en la democracia”.

¿En qué se basa esta visión optimista? Por mucho que los medios estén en una situación complicada, lo que no ha desaparecido es la autoridad y la influencia que ejercen. Muchos están de acuerdo en que los medios de comunicación contribuyen todavía de manera fundamental a establecer la agenda de lo que es importante para la sociedad. Señalan lo que es importante para la gente y a qué debe prestar atención, y es un mecanismo que hace que los gobernantes se sientan obligados a reaccionar para mantener su legitimidad.

Ha llegado la hora de prestar más atención a las audiencias y al impacto

Hace unos años, la mera idea de analizar el impacto del periodismo incomodaba tanto a las organizaciones filantrópicas como a los medios. Hoy, ambos están mucho más acostumbrados a intentar averiguar lo que funciona y lo que no. De hecho, la labor más interesante que se hace en este ámbito es la de los propios medios. Si las organizaciones filantrópicas tienen la responsabilidad de utilizar de la forma más eficaz y rentable cada dólar donado, los medios saben que de su capacidad de comprender si está informando, capturando a un público cada vez mayor y provocando cambios reales en el mundo, puede depender su propia supervivencia.

Medir las audiencias de una información periodística a base de contar las visitas a una página y el número de usuarios únicos es necesario pero no suficiente. Por ejemplo, Anjanette Delgado, directora digital y responsable de audiencias de lohud.com y pougheepsiejournal.com, dos sitios del mayor editor de medios de comunicación de Estados Unidos, Gannett, ha contado cómo quisieron saber más en su periódico de Westchester County: “¿Qué pasaba cuando empezamos a hacer preguntas sobre una noticia? ¿Después de que publicáramos esa noticia? ¿Cuándo un responsable político o una masa de gente veían esa noticia? ¿Conseguimos provocar una modificación legal, una donación, una citación o el despido de un empleado que había cometido un delito? ¿La familia que había perdido hace años la condecoración de su padre, el Purple Heart, consiguió encontrarla, con ayuda de la gente? ¿Logramos que algo cambiara?”

Estas preguntas de calado son la base del papel que debe desempeñar el periodismo. Para los padres de Texas preocupados por qué colegio escoger para sus hijos, The Texas Tribune ha desarrollado un motor de búsqueda que les permite investigar y comparar los distritos escolares y las escuelas públicas del estado. En Kenia, gracias a la visión de futuro del director de The Star y la labor de Code for Africa, el periódico ofrece a sus lectores la oportunidad de comprobar si sus médicos tienen todos los títulos que aseguran tener.

El periodismo es importante, pero lo que se pregunta la filantropía es: ¿qué periodismo es el más importante? Como consumidores de información, tenemos acceso a más y mejor contenido del que podemos digerir en varias vidas; el problema que tienen los medios es cómo informar, cautivar y seleccionar a los públicos apropiados para influir en ellos.

En la Fundación Bill & Melinda Gates nos regimos por los principios que guían nuestra financiación de los medios: transparencia y respeto a la independencia editorial y creativa de los receptores de nuestras ayudas

Los medios necesitan un propósito que les obligue a transformarse. Con una urgencia paralela a su crisis, pero completamente relacionada, los medios necesitan buscar un nuevo sentido, un servicio, convertirse en servidores útiles para la sociedad.

El periodismo se ejerce hoy de muchas maneras, pero también nacen nuevos modelos, como The Conversation, que en estos momentos está enfrentándose al desafío de encontrar filántropos dispuestos a apoyar el lanzamiento en España, proporciona informaciones fiables y trabaja con académicos, científicos e investigadores basándose en el argumento de que, así como el agua potable es vital para la salud, una información limpia es esencial para la salud de la democracia, o el centro de investigación ProPublica en EEUU y proyectos de colaboración masivos como el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, entre muchas otras variantes. Sin embargo, los objetivos son siempre los mismos: repercutir de manera positiva en las sociedades a las que sirven.

El “periodismo comprometido y activista” forma parte ya de la dieta informativa de todo el mundo, y la mayoría de las veces es imposible de distinguir de otras definiciones más tradicionales de periodismo. El empeño en lograr apoyo público a determinadas causas forma parte del ADN de muchos medios, igual que ejercer un periodismo que “tenga consecuencias en el mundo real” es parte fundamental de la misión de ProPublica.

La filantropía no es la solución a la sostenibilidad

Creer que la filantropía es la solución para la sostenibilidad es caer en una trampa. Ni lo es ni debe serlo. Sin embargo, como indica el periodista Gustavo Gorriti, “existe una gran disparidad entre el consenso sobre la importancia de un periodismo de investigación libre para la salud de la democracia y el mínimo porcentaje de fondos filantrópicos asignados para apoyarlo”.

Si observamos el volumen y la distribución de la filantropía en el mundo, es fácil llegar a la conclusión de que, en efecto, existe esa disparidad.

El capital de riesgo tampoco invierte en los medios; en África, menos del 7% del capital de riesgo se dedica a sostener los medios de comunicación, y la financiación y la expansión geográfica de nuevos medios como BuzzFeed, Vox, Upworthy y Business Insider se han frenado mucho. Los medios no están todavía ni siquiera en el radar de sectores enteros de la filantropía, mucho menos en España, como las inversiones sociales y las inversiones de impacto, con algunas excepciones notables.

Hay varias preocupaciones estructurales en las relaciones entre los medios de comunicación y la filantropía. Los filántropos se encuentran con observaciones intrigantes: Gustavo Gorriti, que ha recibido considerable ayuda de organizaciones filantrópicas a lo largo de los años, dice que “existe hoy cierto grado de despotismo ilustrado en nuestra relación con las fundaciones…”. Tom Rosentiel, como muchos otros, establece desde el American Press Institute unas directrices éticas: “… adhesión a la independencia editorial, transparencia y clara comunicación en la explicación de sus motivos para financiar el periodismo”.

Como muchos otros, en la Fundación Bill & Melinda Gates nos regimos por los principios que guían nuestra financiación de los medios: transparencia, respeto a la independencia editorial y creativa de los receptores de nuestras ayudas y respeto mutuo por la integridad editorial del contenido. Eso quiere decir que las informaciones se publican en función de sus virtudes editoriales, que deben estar basadas en la evidencia y que deben tener valor para los públicos a los que se dirigen.

No obstante, también debemos aspirar a señalar lo que debemos hacer para colaborar mejor en la solución de los problemas de las sociedades: buscar alianzas para alcanzar objetivos, cumplir misiones y hacer realidad los compromisos comunes. Todos tenemos retos que afrontar.

Los medios deben acoger el cambio, asumir sus obligaciones y ayudar a provocar un cambio social. Deben ser mejores a la hora de mostrar su valor y probar por qué son importantes. En la colaboración con las organizaciones filantrópicas, debe haber un acuerdo sobre cual es misión común, no solo una forma de tener más ingresos, porque, en caso contrario, la asociación no funcionará. Por su parte, las organizaciones filantrópicas deben dar un paso adelante y comprender que, en primer lugar, sin unos medios activos y de calidad, la sociedad civil se derrumba; y en segundo lugar, los objetivos a los que aspiramos son más fáciles de alcanzar si colaboramos con los medios de comunicación.

No todos los medios de comunicación son merecedores de ayuda filantrópica, ni tampoco todas las causas filantrópicas son merecedoras del apoyo y atención de los medios de comunicación. Hemos de ser rigurosos y disciplinados.

Por encima de todo, necesitamos recordarnos a nosotros mismos todos los momentos en los que el periodismo ha demostrado que era importante. Releer Global Muckraking: 100 years of investigative reporting from around the world o Democracy’s Detectives: the economics of investigative journalism sería un buen punto de partida. Los medios de comunicación y las organizaciones filantrópicas debemos responder a los retos que nos aguardan. Estamos en un momento crítico. Tener espíritu inquisitivo no es una opción, es una necesidad

Miguel Castro es alto responsable de relaciones institucionales con medios para la Bill & Melinda Gates Foundation.

Una primera versión de este artículo fue publicada en inglés en la revista Alliance Magazine

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Puedes seguir EL PAÍS Opinión en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.

Fuente: El País