La España vaciada no significa únicamente que la población rural emigre. La innovación también padece este éxodo. En algunas ocasiones, algo tan cotidiano en la gran ciudad como conectarse a internet aparece con un botón de apagado. En el mejor de los casos, con velocidades realmente pírricas cuando en las metrópolis rozan el gigabyte por segundo. Los pueblos habitan a la sombra de las llamadas smart cities, aunque algunos han izado la bandera de la transformación para luchar en pie de igualdad por la etiqueta de inteligentes. Para ellos, la Tecnología, —sí, en mayúsculas— es una asignatura aprobada con creces.

Los aproximadamente 25.000 vecinos de Villanueva de la Serena, en Badajoz, parecen nativos digitales. Desde hace una década, el Ayuntamiento aprovechó toda la financiación pública posible, tanto europea como española, para convertirse en un referente tecnológico. No tiene casi nada que envidiar a las ciudades que sacan pecho de su inteligencia. Como explica Ángel Guerrero, ingeniero de telecomunicaciones municipal, la transición ha sido natural y para resolver los problemas cotidianos. “Cuando empezamos a sensorizar el municipio, nuestra finalidad era mejorar la toma de decisiones. Saber con datos dónde actuar como Ayuntamiento”, sostiene.

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En esta localidad pacense, los trámites con la Administración, la seguridad vial, la eficiencia energética, la movilidad y la gestión del agua son completamente digitales. Desde una app, por ejemplo, los vecinos conocen el nivel de ocupación de los aparcamientos. En la propia web municipal, existe un apartado de open data. Por si esto fuera poco, para mejorar el tráfico analizan la información captada por cámaras termográficas para decidir si hacen falta más semáforos o construir un paso de peatones nuevo. “Queremos llevar la tecnología hasta para edificar. Tenemos un sistema de consulta geográfica que te dice cómo puedes construir sin necesidad de acudir al catastro”, añade Guerrero.

Villanueva de la Serena vive conectada las 24 horas del día, aunque todavía le queda innovación por delante. En palabras del propio Guerrero, el reto es que el municipio disponga de una automatización completa. “Tenemos que pasar del big data a la actuación. A plataformas que se regulen por sí solas. Si un edificio está vacío, pues que apague directamente las luces y la climatización. O si llueve, que no reguemos el campo”, razona. Para cumplir con este horizonte, los planes del Gobierno estatal son fundamentales. La inversión de hasta 40 millones de euros del Plan Nacional para Territorios Inteligentes o los seis de la Agenda Digital para Áreas Rurales pueden suponer un buen pellizco para proseguir con la transformación.

  • Atajar la brecha digital

A poco más de 20 kilómetros al suroeste de Jaén se ubica Martos, una localidad de unos 24.000 habitantes y con altas dosis de tecnología entre sus calles. Lo mismo sensoriza un paso de peatones para que las señales se iluminen cuando un vecino lo cruza que digitalizan el mercado de abastos. El riesgo de tanta inteligencia es que algunos habitantes se pierdan en medio de la transformación y aumenten una brecha digital ya existente. “Necesitamos alfabetizar a la población. Para eso contamos con cursos públicos y todo tipo de acciones que ayuden a conectarnos, ya sea con alguien joven o un mayor de 80 años”, zanja Víctor Torres, alcalde de Martos.

Al igual que en Villanueva de la Serena, Martos también ha apostado por el internet de las cosas en los aparcamientos. La información de ocupación, aparte de emplearla en el Consistorio para mejorar la movilidad urbana, aparece reflejada en diferentes paneles informativos para que los conductores conozcan en tiempo real dónde les conviene estacionar. Por mucha tecnología que hayan incorporado en esta localidad jienense, su alcalde se muestra un poco cansado de que solo sean las ciudades las que gocen de la categoría de smart. “Los ayuntamientos pequeños y medianos necesitamos recursos. Podríamos emprender nuevos proyectos. Iniciativas como las nuestras hay que extenderlas a todas las zonas rurales”, apela.

El éxodo rural no tiene una solución común. Cada localidad puede usar algún tipo de tecnología específica

Luis de Cristóbal, creador del think tank (Re)Pueblo

El guante de la financiación lo recoge Luis de Cristóbal, creador del think tank (Re)Pueblo, y aumenta la apuesta. En su opinión, la especialización tecnológica es la llave para que las áreas despobladas cambien de rumbo. “El éxodo rural no tiene una solución común. Cada localidad puede usar algún tipo de tecnología específica, ya sea machine learning, inteligencia artificial o blockchain, que la haga atractiva. En Finlandia así han conseguido que los pueblos vuelvan a tener actividad”, asegura. El ejemplo nórdico puede servir de acicate a las localidades que todavía no han reclamado su dosis digital. Una dosis a la que poco le importa el número de habitantes. Y es que la inteligencia, según qué casos, no entiende de números.

Fuente: El País