El Sur empieza a mostrar signos de hartazgo con la negativa del Norte a arreglar los defectos de fábrica de la zona euro. «La Unión Económica y Monetaria necesita reformas: no funciona correctamente», ha dicho hoy martes el ministro de Economía español, Luis de Guindos. España sostiene que todo el frente mediterráneo —Francia, Italia y Portugal— comparte ese diagnóstico. Incluso algunos países centroeuropeos, como Eslovaquia y Eslovenia, están a favor de esa aproximación. España ya presentó una propuesta en Bruselas sobre el futuro del euro. La Francia de Emmanuel Macron ha hecho lo mismo, y la Comisión Europea presentará en apenas unas semanas un plan detallado con las reformas imprescindibles. Solo hay un problema: Alemania está radicalmente en contra de esas medidas.

«A pesar de los esfuerzos de estos últimos años, las medidas que permiten compartir riesgos son aún muy reducidas», ha afirmado Guindos en una comparecencia ante la prensa después del Ecofin, la reunión de ministros de Economía y Finanzas de la UE. España defiende un presupuesto del euro para luchar contra la próxima crisis, que según el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, cuenta con numerosos apoyos excepto en los países acreedores. Pero Guindos va más lejos: «Además de una función de estabilización para la eurozona, es imprescindible un fondo de garantías común para completar la unión bancaria». Bruselas ha presentado ya una propuesta para ese fondo de garantía, con menos ambición de lo que se esperaba. La postura de Madrid es clara: «La condición para que España apoye esa propuesta es que al final la mutualización de ese fondo de garantía sea completa».

Alemania y sus satélites (Holanda, Austria, Finlandia) tienen otra opinión: cada vez que sale a la palestra una propuesta que implique mutualizar saca a pasear el inevitable «riesgo moral». En plata: no quiere medidas que incentiven la asunción de riesgos de algunos países con la promesa de que después les tocará rascarse el bolsillo a los alemanes y el resto de acreedores. El todopoderoso Wolfgang Schäuble acuñó un mantra que resume a la perfección el pensamiento alemán: «Antes de compartir riesgos, hay que reducir riesgos». Básicamente, lo que propone Berlín es limitar la deuda pública en la cartera de los bancos, y activar un esquema de reestructuración de deudas que se activaría automáticamente en caso de problemas. Francia, Italia, España y compañía se niegan en redondo a ese tipo de medidas, y por buenas razones: reactivarían de forma fulminante la crisis de deuda. «Las crisis suelen venir por perturbaciones exógenas; pero hay que tener mucho cuidado con las perturbaciones endógenas que podrían generar normas como esas», acertó a resumir el ministro español, que en los últimos años ha sido fiel escudero de Schäuble pero que ahora se desmarca de las posiciones de Berlín.

Schäuble, que dejó el ministerio en manos de Peter Altmaier hace unas semanas para presidir el Parlamento germano, dejó como herencia un documento de apenas tres folios con las ideas alemanas para reformar la eurozona. En plata: las cosas están bien como están, nada de mutualización y en caso de que tenga que hacerse algún cambio, lo mejor es reforzar las reglas fiscales, quitarle la supervisión de los presupuestos a la Comisión Europea para dársela al Mecanismo de rescate europeo (Mede, en el que Berlín tiene derecho de veto) y obligar a hacer reformas a los socios de la UE si quieren seguir teniendo derecho a los fondos estructurales. La eurozona, en fin, seguirá sine die con sus defectos de fábrica, difícilmente subsanables mientras coexistan culturas de política económica tan distintas dentro de la moneda única. La canciller Angela Merkel prometió en verano atender las demandas del francés Macron si Francia hace reformas. En apenas unas semanas se empezará a ver si Merkel cumple o no.

Fuente: El País