Aunque el revuelo por la crisis de Dia y la lucha por el control de la cadena de supermercados entre el actual consejo de administración y el fondo Letterone, el principal accionista, es notable, Stephan DuCharme, transmite tranquilidad. Sonríe, bromea y desgrana sin prisa pero sin pausa los planes que L1 Retail, la pata de Letterone dedicada a la distribución, tiene para la maltrecha empresa, que perdió 352 millones de euros en 2018 y está inmersa en causa de disolución con 166 millones de patrimonio negativo. Si la batalla por Dia es una partida de póker, DuCharme exhibe el gesto tranquilo del que sabe que lleva una buena mano, quizá la que da tener el 29% de las acciones. O también puede ser la del jugador experimentado.

Porque DuCharme (Adis Abeba, Etiopía, 1964) no es nuevo en estas lides. Licenciado en Ciencias Políticas y Económicas por la Universidad de Berkeley (California) y con un MBA, fue banquero durante cuatro años en Salomon Brothers (1987-91), pero su destino estaba mucho más al este. En 1992, fue destinado a la oficina de Moscú del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, una institución creada para apoyar a los países excomunistas. Fue allí donde entró en contacto con Mijail Fridman, uno de esos oligarcas rusos que amasaron fortunas fabulosas sobre los escombros del derrumbe del comunismo. Para él comenzó a trabajar en 1997 y con él sigue dos décadas después, tras pasar por varios destinos en el vasto conglomerado del que hoy es uno de los hombres más ricos de Rusia, cuyo imperio abarca desde los supermercados al petróleo, la banca o las telecomunicaciones.

Ya en 2008, entró al consejo de X5 Retail, una cadena de supermercados que actualmente es la líder en Rusia, con más de 14.000 locales. En 2012, se hizo cargo de ella como consejero delegado, cargo que ostentó hasta finales de 2015, cuando pasó a ser presidente no ejecutivo. En esos tres años, la cadena pasó de facturar 6.800 millones de euros a 11.700, aumentando el beneficio un 77%, hasta los 232 millones, y de 3.000 a 7.000 establecimientos de distintos formatos, desde la tienda de conveniencia hasta el hipermercado. Bien es cierto que X5 pertenece a L1 Retail y ésta, a su vez, al conglomerado de Fridman, que, al contrario que otros oligarcas, ha sabido mantener el favor del Gobierno de Vladímir Putin. Todo suele ser más fácil cuando se cuenta con el viento de cola del poder.

Si bien, dice Letterone, ese crecimiento de X5 fue en un 80% orgánico, DuCharme no desdeña las adquisiciones. En junio de 2017, L1 Retail, con DuCharme como máximo responsable, pagó 2.200 millones de euros por la británica Holland and Barrett, una cadena con más de 1.300 tiendas en varios países, sobre todo Reino Unido, especializada complementos alimenticios y productos nutricionales. Fue su primera compra fuera de Rusia. El siguiente paso fue Dia, al mes siguiente. El 27 de julio de 2017, L1 Retail entró en el capital de Dia haciéndose con un 10% por algo más de 320 millones de euros. A comienzos de 2018, la participación ya superaba el 25%, después de invertir otros 400 millones. Según DuCharme, que entró en el consejo de Dia en abril de 2018, no imaginaban que poco más de un año después la empresa estaría por los suelos. “Hemos perdido un 90% de nuestra inversión”, lamenta ahora DuCharme.

Sin embargo, no hay mal que por bien no venga, dice el refrán, y el derrumbe estrepitoso en Bolsa de Dia a partir de octubre del año pasado brinda a Letterone la oportunidad de hacerse con el resto de la cadena de supermercados por menos de 300 millones a través de una opa voluntaria. “En esa situación, otros se habrían ido. Pero nos preguntamos si aún era válida la hipótesis de invertir en Dia. Incluso después de perder 700 millones, pensamos que sí”, justifica DuCharme la ampliación de capital de 500 millones que plantean para rescatar la empresa.

Junta decisiva

Eso sí, no a cualquier precio. Pese a que insiste en que “no hay guerra” con el actual consejo de la compañía, capitaneado por Borja de la Cierva tras los despidos de Ricardo Currás (agosto) y Antonio Coto (diciembre), DuCharme, que se dice dispuesto a un acuerdo antes de la junta de accionistas del 20 de marzo, no está dispuesto a ceder en un aspecto. “Pondremos otros 500 millones en Dia, pero solo si vamos en el asiento del conductor. No podemos dar ese dinero al mismo grupo de personas al que confiamos esos 700 millones”, zanja. En su opinión, el derrumbe de Dia se debe a un fracaso de gobierno corporativo, del consejo. Cuando se le recuerda que él mismo y dos de sus colaboradores formaban parte del consejo de Dia desde abril de 2018, defiende que esos tres puestos les daban voz, “pero no la capacidad de tomar decisiones”. De ahí la secuencia inalterable de su plan de salvamento para Dia: primero la opa, para tener el control; luego, la ampliación de capital, condicionada a un acuerdo con los bancos, a los que Dia debe 900 millones.

Antes de llegar ahí, hay que salvar un último escollo, la junta de accionistas del 20 de marzo, donde estos se decantarán por su plan o el del consejo. Fiel a una estrategia de escucha a las bases que ya puso en marcha en X5, DuCharme ha estado trabajándose a accionistas y proveedores, como también hizo el equipo de De la Cierva. Con un 29% de los títulos, está convencido de que saldrá triunfador. Será entonces cuando se siente a hablar con los bancos, a los que pide aplazar los pagos de deuda hasta 2023 para poder dedicar el máximo de dinero al reflote de la compañía. “Nuestro plan requiere cuatro o cinco años de paciencia”, reclama.

20 años de amistad

“Conocí a Mijail en 1995. Era un joven empresario que, con otros, tenía una cadena de distribución de 11 tiendas que querían convertir en el Walmart ruso”. Así relata DuCharme el inicio de su relación con el magnate Fridman, que acudió al BERD en busca de financiación. El análisis que realizó sobre la cadena “nos dio un confort más que suficiente” para darle el visto bueno, cuenta. Desde entonces, afirma que su “respeto hacia el magnate como persona y como empresario no ha hecho más que aumentar”. Sobre el informe de la policía española que considera a Fridman líder de una organización criminal, dice desconocerlo, pero le resta credibilidad. “Las acusaciones son falsas y difamatorias”, zanja.

Fuente: El País