Casi en paralelo con la cumbre de Davos, el centro de convenciones del sur de San Francisco celebraba una peculiar versión: el World Cripto Economic Forum. Las sesiones eran en inglés, pero gran parte de los congresistas eran rusos, estonios, lituanos y ucranios.
Un mundo cada vez más diverso, con eclosión de monedas y una desorientación peculiar. Se pasa de la euforia a la depresión en cuestión de horas y también con un reproche reiterado que basan en datos. Desde el mundo de las finanzas tradicionales se advierte de su volatilidad. Innegable. Pero también sostiene que la escalada de 2017, sobre todo en Bitcoin, se debe a avatares ajenos a la comunidad y relacionados con dos hechos concretos del mundo tradicional.
Primero, el ataque Wannacry, un delito informático de grandes consecuencias cuyo rescate se pagaba en Bitcoin. Empresas, atacadas o no, tomaron la decisión de adquirir fondos en dicha divisa virtual para evitar quedar al amparo de los delincuentes y sin capacidad de reacción. Entonces comenzó a flirtear con la barrera de los mil dólares.
Después, en diciembre, cuando se anunciaron los primeros futuros basados en Bitcoin. Se pasó de 10.000 a los 20.000 el 18 de diciembre, cuando se estrenó el segundo fondo. En los corrillos se quejaban con amargura: “¿Por qué se nos acusa de especulación a los que llevan años en esto si se hincha cuando llegan los de Wall Street?”.
Los asistentes al foro, en su mayoría, pagaron 749 dólares por la entrada de dos días. El doble si querían tener acceso a los ponentes y pasar por la sala VIP para tomar galletitas y refrescos. Dos auditorios paralelos mostraban las bondades de esta nueva economía. En el escenario principal se veneraban las teorías de Satoshi Nakamoto, el pseudónimo trdas el que se esconde el padre del bitcoin. En el secundario, un demoday non-stop era un carrusel de ideas para explotar las posibilidades del blockchain en diferentes sectores.
Había propuestas de todo tipo. Desde las que rozaban la legalidad a las que contaban con veteranos de otros sectores que veían en el blockchain una nueva manera de aportar valor.
Algunas llamaron la atención especialmente. Como Propy, un marketplace propiedades con pago en bitcoin. Ya ofrecen inmuebles en San Francisco, Dubai, Beijing y Nueva York. Su misión principal es facilitar la venta al margen de fronteras. Storiqa es una tienda basada en blockchain. Ofrecen todo tipo de productos, pero con un matiz. “Nosotros ya vendíamos mesas inteligentes en Amazon, pero ellos no comprobaban si funcionan o no. Nosotros verificamos a través de blockchain que el vendedor ofrece lo que promete. Cripto no es solo un activo financiero. Nosotros podemos eliminar por complejo las críticas falsas. El que escribe es alguien que lo ha comprado”, defendía Andrian Galkin, el fundador un ucranio con doctorado en Stanford acostumbrado a pasar los veranos de su infancia en España. Están en plena ICO (consecución de fondos a través de una oferta de token), superan los 22 millones de dólares y se han puesto los 25 millones de meta para poder abrir oficinas en Hong Kong, Moscú y California.
Codex apuntaba directamente al mundo del lujo. Pretenden crear un protocolo, sí, basado en blockchain, para la subasta de activos de gran valor, como colecciones de arte, vinos numerados, coches singulares… “Con el blockchain se verifica la identidad de los objetos. Estamos conectados con un consorcio de casas de subastas para poder pagar con criptomoneda”, apoyaba Jess Houlgrave, su directora de operaciones.
En FanMob quieren repensar la relación entre artistas de la música, los fans y la industria discográfica. Al frente está Ali de Rosa, una italiana con 15 años de experiencia en el sector. “Veía cada vez más la aproximación entre tecnología y entretenimiento pero también que se dejaba a los artistas fuera de la ecuación. Eran el eslabón más débil”, sostiene, “cuando me explicaron el blockchain vi que se abría una oportunidad, una nueva autovía, con P2P, cercanía con los fans, mejor distribución…”. A la vez reconocía que la implantación de su modelo puede llevar años: “Lo importante es que el motor vuelven a ser los fans, ellos pueden comprar tokens de sus artistas y convertirlos en encuentros, discos, conciertos o hacerse inversores”.
Entre tanta idea a punto de ser realidad y carreras por conseguir atención, Ethreum se posiciona como la moneda secundaria tras Bitcoin. Su cofundador, Vitalik Buterin, ha dejado el fondo chino para el que trabajaba para estar encima de esta criatura cuya comunidad le preocupa. Ethereum, cuyo blockchain se considera el más sólido y prometedor, necesita buen gobierno. Hace unos días dio un toque de atención. Si se seguía entrando en juegos de especulación y obsesionándose con productos de lujo y demostraciones públicas de riqueza, el espíritu fundacional y la utopía estarían en peligro. Pedía una madurez difícil en una ensalada de cifras. Pedir autorregulación en este momento es como poner al zorro a guardar las gallinas.
Mientras se desgranaban todas estas ideas, el bitcoin y la mayoría de las criptomonedas caían. Algunas más de un 30%. La principal había llegado a 20.000 dólares solo un mes antes. Hace una semana se debatía por no bajar de los 10.000. Fortunas recién alcanzadas que se quedaban en la mitad. Las ballenas, como se denomina en el argot a los que atesoran más del 40% de la cantidad total de unidades, ya no eran tan millonarias. Los
La indumentaria era la típica de Silicon Valley: vaqueros, zapatillas de deporte y chaleco de plumas. Fuera, varios coches deportivos en el parking y un Rolls Royce, todo un signo de ostentación en plena efervescencia. Hay cosas que nunca cambian.
Fuente: El País