El mercado proporcionó ayer un áspero recibimiento a la presentación en sociedad del plan estratégico de Aena 2018-2021, cuyas cifras y estimaciones decepcionaron a unos inversores que claramente esperaban más. Ni los ingresos ni el ebidta estimados por la compañía, así como tampoco las previsiones de pasajeros, convencieron a un parqué que castigó duramente una hoja de ruta que ratifica la política de dividendos prevista, (con un pay out del 80% y el reto de repartir 1.001 millones en 2019), pero proyecta unas cifras de negocio por debajo de las que manejaba el consenso del mercado. Son esas fuertes expectativas, alimentadas por la sólida evolución de la compañía en los últimos ejercicios, las que explican en buena parte la severidad del varapalo que vivió ayer en la Bolsa, con una caída del 4,74%, la más dura desde diciembre de 2016. Al castigo contribuyó sin duda un plan estratégico cuyo cumplimiento depende en gran medida de factores externos y que incluye algunas apuestas que despiertan incertidumbre.

Desde que debutase en Bolsa hace algo más de tres años y medio, el operador de aeropuertos ha tenido una evolución fulgurante, como resultado del fuerte crecimiento y la sólida gestión que lo ha convertido en un emblema de la modernización del sector turístico español y en líder mundial en la gestión aeroportuaria. El plan estratégico desgranado ayer acusa en sus cifras un horizonte turístico nublado por la incógnita del comportamiento de los pasajeros británicos, condicionado fuertemente por las condiciones del brexit, y de la ya renovada competencia de otros destinos del Mediterráneo.

Más incertidumbre generan unas palancas de negocio que incluyen, además de la movilización de los activos inmobiliarios y del rediseño de la oferta comercial, una apuesta por la internacionalización que conviene manejar con mucha estrategia y una extrema cautela por el riesgo que conlleva la aventura en mercados poco maduros.

Fuente: Cinco Días