Los congresistas republicanos se pasaron todo el mandato de Obama despotricando contra los déficits presupuestarios, advirtiendo incesantemente de que en cualquier momento padeceríamos una crisis fiscal como la griega. Donald Trump, por su parte, ha centrado su ira principalmente en los déficits comerciales, e insiste en que “estamos dando nuestros empleos y nuestra riqueza a otros países que se han aprovechado de nosotros”.

Pero a lo largo de dos años de control unificado de la Administración pública por el partido republicano ha ocurrido algo curioso: ambos déficits se han disparado. El déficit presupuestario ha alcanzado niveles sin precedentes excepto en tiempos de guerra o después de grandes crisis económicas; el déficit comercial de mercancías ha establecido un récord. ¿Qué importancia tiene esta marea de números rojos? Seamos claros: ni el déficit presupuestario ni el comercial plantean un peligro claro y presente para la economía. Los países avanzados que se endeudan en su propia moneda pueden acumular, y a menudo acumulan, deudas considerables sin consecuencias drásticas, razón por la cual el pánico de hace unos años a la deuda fue siempre absurdo.

Pero el doble déficit de Trump nos dice mucho acerca del tuitero en jefe y de su partido: concretamente, que son poco honrados e ignorantes. Acerca la falta de honradez: ¿queda alguien que crea que a los republicanos les ha preocupado alguna vez realmente la deuda y los déficits? La verdad es que la falsedad de su postureo fiscal debería haber resultado evidente desde el principio. En todo caso, es innegable que su retórica apocalíptica contra la deuda no era más que una pose, un intento de utilizar el déficit como arma para bloquear y debilitar el programa del presidente Obama.

En cuanto tuvieron oportunidad, los mismos políticos que peroraban acerca de la necesidad de responsabilidad fiscal forzaron a toda prisa la aprobación de una enorme rebaja fiscal para las multinacionales y los ricos, una rebaja que es la principal razón de que el déficit presupuestario se haya disparado. Ah, y la rebaja de impuestos no ha conseguido atraer el prometido aumento de la inversión. Las empresas no han empleado ese aluvión de dinero caído del cielo para construir nuevas fábricas y aumentar la productividad, sino para recomprar muchas acciones, trasladando los beneficios a los inversores ricos.

Por suerte, un gran país como EE UU puede sobrevivir a muchas cosas, incluida la falta de honradez en la cúspide

¿Y qué pasa con la ignorancia? Como muchos han señalado en vano, Trump está completamente equivocado respecto a lo que hacen los déficits comerciales. Es cierto que en momentos de desempleo elevado los déficits pueden costarnos puestos de trabajo. Pero en tiempos normales, no reducen el empleo total, y tampoco nos empobrecen. Por el contrario, otros países nos envían bienes y servicios valiosos, que nosotros pagamos con deuda, que paga unos intereses muy bajos. ¿De nuevo, quién gana? Pero aparte de eso, Trump está, para empezar, completamente equivocado respecto a cuál es la causa de los déficits. De hecho, sus propias políticas han proporcionado una lección práctica sobre la inexactitud de su punto de vista.

En el universo trumpiano, los déficits comerciales se producen porque hemos alcanzado acuerdos malos; dejamos que los extranjeros vendan cosas aquí, pero ellos no nos dejan vender las nuestras allí. Así que la solución es poner barreras a los productos extranjeros. “Soy un hombre de aranceles”, proclamaba con orgullo. La realidad, sin embargo, es que los déficits comerciales no tienen casi nada que ver con los aranceles ni con otras restricciones al comercio. El déficit comercial total siempre es igual a la diferencia entre el gasto en inversión interno y el ahorro interno (tanto privado como público). Es simple contabilidad.

La razón por la que Estados Unidos mantiene unos déficits comerciales persistentes no es que haya cedido demasiado en los tratados comerciales, sino que ahorra poco en comparación con otros países. Naturalmente, los aranceles pueden reducir las importaciones de los productos sometidos al arancel, y en consecuencia, reducir el déficit comercial en ese sector concreto. Pero es como empujar un globo: podemos apretarlo por un lado, pero lo que hará será inflarse en la misma cantidad por otra parte. El proceso por el cual se produce esta conservación de déficits puede variar, aunque la subida del dólar, que perjudica a las exportaciones, es por lo general uno de los principales canales. Pero el resultado básico, o sea que los aranceles no reducen realmente el déficit comercial total, está claro.

Como era de esperar, los aranceles aplicados por Trump en 2018 provocaron de hecho una caída drástica de las importaciones de los productos sometidos a aranceles. Pero las importaciones de otros productos aumentaron, mientras que las exportaciones no obtuvieron buenos resultados. Y el déficit comercial total subió sustancialmente, que es exactamente lo que debería haberse previsto. Al fin y al cabo, la gran rebaja fiscal a los ricos ha reducido los ahorros nacionales. Y la supuesta causa del déficit no es la única equivocación de Trump en lo que se refiere a la política comercial. También sigue insistiendo en que los extranjeros están pagando los aranceles que él ha impuesto. En realidad, los precios que reciben los exportadores extranjeros no han bajado. Lo que ha ocurrido, por el contrario, es que los precios pagados por los consumidores estadounidenses han subido.

Repito, el aumento del déficit comercial no plantea una amenaza inmediata para la economía estadounidense. Y probablemente, la guerra comercial trumpiana solo ha causado un daño económico limitado; la que ha salido más perjudicada es la credibilidad estadounidense. Pero el doble déficit de Trump demuestra que su partido ha mentido acerca de sus prioridades políticas, y que el presidente es un completo ignorante en lo que respecta a su cuestión política prioritaria. Por suerte, un gran país como Estados Unidos puede sobrevivir a muchas cosas, incluida la falta de honradez y la ignorancia en la cúspide.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
© The New York Times, 2019.Traducción de News Clips.

Fuente: El País