La guerra comercial entre Estados Unidos y China es lo más estúpido del mundo”. Es completamente inusual que un empresario chino se pronuncie en estas líneas, pero la honestidad es, sin duda, una de las razones por las que Jack Ma, fundador y actual presidente de Alibaba, llena hasta la bandera los foros en los que participa. No se muerde la lengua cuando critica “la manía regulatoria con la que los gobiernos frenan la innovación”, pero lo que más le crispa es el proteccionismo. Algo lógico teniendo en cuenta que ha creado la mayor plataforma de comercio online del mundo.

Por eso, durante la primera Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE, por sus siglas en inglés), celebrada esta semana en Shanghái, Ma ha recibido con los brazos abiertos el discurso en el que Xi Jinping, presidente del gigante asiático, anunció un giro en la política económica de la segunda potencia mundial. “Estamos ante un momento histórico crucial, porque China va a pasar de un modelo basado en exportar a otro en el que lo importante es importar. Es un reto para China y una oportunidad para el mundo”, afirmó Ma durante el foro empresarial de la jornada inaugural, al que acudió EL PAÍS RETINA.

“Hace 200 años, el comercio lo controlaban unos pocos reyes. Ahora, miles de empresas se benefician de él, y debemos lograr que sea todavía más inclusivo. La tecnología será el elemento que lo posibilitará, porque logrará que participen del comercio global incluso las pymes y los individuos que habían quedado excluidos”, añadió Ma en un encendido alegato en pro de la globalización y contra las políticas que promulga el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Sin duda, resulta cuando menos irónico que un país en el que ondea la enseña de la hoz y el martillo se erija en abanderado del libre comercio. Pero Xi avanzó que su gobierno está comprometido con la apertura de una nueva etapa en el proceso de desarrollo del país, y afirmó que el primer paso en esa dirección es el CIIE, una gigantesca feria en la que se dan cita más de 3.000 empresas y 400.000 personas de todo el mundo bajo el lema Nueva era, futuro compartido.

Los analistas coinciden en señalar que se trata de un intento de aplacar los ánimos caldeados de países que ven con recelo cómo el superávit comercial chino se mantiene robusto. El año pasado, China vendió al mundo productos y servicios por valor de 421.000 millones de dólares, más que el importe de lo que adquirió en el extranjero. Esa gran diferencia, que en Estados Unidos continúa creciendo a pesar de la aprobación de varios paquetes de aranceles -en septiembre alcanzó un récord de 34.100 millones de dólares-, es uno de los mayores puntos de fricción entre las dos principales potencias mundiales. Y también afecta a Europa, cuyo déficit comercial con China fue en septiembre de 12.700 millones de dólares.

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Para equilibrar esta balanza tan escorada hacia Oriente, el presidente chino avanzó el lunes que, en los próximos 15 años, el país más poblado del mundo importará productos por una cuantía de 30 billones de dólares y servicios valorados en 10 billones más. “Entendemos el funcionamiento del modelo económico de China, entendemos el peso que tiene el Estado aquí y las directrices que se envían a las empresas estatales, y estamos dispuestos a jugar en este marco, pero tiene que estar complementado con una serie de medidas como las anunciadas, que permitan compatibilizar todos los intereses que están en juego”, explica Javier Serra, director general de Internacionalización de la Empresa en el ICEX.

“Nosotros siempre insistimos a nuestros colegas chinos en que la base de la amistad es la reciprocidad. Y les advertimos de que la frustración en el acceso al mercado puede generar en Europa reacciones proteccionistas que no deseamos, como las que se ven en Estados Unidos”, añade Serra, cuya organización ha hecho una excepción para acudir al CIIE a pesar de que se trata de la primera edición de una feria multisectorial. “El gobierno chino está organizando delegaciones de compradores de las diferentes provincias. De alguna manera, se ha pedido, sobre todo a las empresas estatales, que orienten su política de compras a esta feria”, justifica.

Ashley Zhu, empleada en la provincia de Yunnan de una de esas grandes estatales -cuyo nombre prefiere no revelar-, reconoce que la consigna es ir de compras a la feria para reducir el superávit del país. “Diversificaremos nuestras adquisiciones para que las empresas extranjeras tengan más peso. Antes, casi todos los contratos se cerraban con compañías locales para estimular su producción”, afirma.

Gigantes estadounidenses como Google o Facebook, cuyo acceso al mercado chino es casi testimonial, no se han querido perder la feria que simboliza la apertura importadora de China.

Aunque los sectores agroalimentario y servicios tienen una presencia notable, el principal foco del CIIE está puesto en la tecnología. Sobre todo en la robótica industrial y en el equipamiento médico avanzado, uno de los sectores que Xi ha prometido abrir al mundo. Los más de 400.000 metros cuadrados que cubre esta peculiar exposición están repletos de robots. Pero no de los que imitan la forma y el comportamiento humanos, sino brazos mecánicos, máquinas que llevan objetos de aquí allá y extraños artilugios destinados a disparar la productividad eliminando puestos de trabajo: desde una cafetera industrial hasta montacargas autónomos.

“China quiere liderar la revolución industrial 4.0. Para ello necesita una maquinaria pesada cuya tecnología todavía no controla, y también cientos de miles de robots para cuya producción no tiene suficiente capacidad. Por eso, creemos que, si el discurso de China es sincero, a las empresas extranjeras que estamos a la vanguardia se nos abrirán multitud de oportunidades”, comenta Hiroshi Takeda, de la japonesa Nachi.

Esta transformación socioeconómica es la que Ma señala para afirmar que las importaciones también son una bendición para el futuro. “Las manufacturas ya no van a crear trabajo, porque las máquinas van a sustituir a los humanos en este sector. El empleo se va a crear en los servicios, y las importaciones son las que más lo van a propiciar”, sentencia el fundador de Alibaba, que ya ha prometido adquirir por el mundo en el próximo lustro productos por valor de 200.000 millones de dólares. “El más beneficiado en esta nueva coyuntura será el consumidor chino de clase media, que exige calidad y una mayor variedad”, apostilla Ma.

Las empresas españolas también pueden beneficiarse de estos cambios si se materializa la reducción de la carga arancelaria y la firma de tratados bilaterales, sobre todo en el sector agroalimentario. “Estamos ahora negociando dos protocolos. El de carne de ave y el de uva de mesa. Nos anuncian progresos pronto, y eso es un avance. El problema está en que la administración china limita el número de protocolos que se pueden negociar a la vez a uno por categoría -animal y vegetal-”, explica Serra. “Nosotros sostenemos que, con la capacidad administrativa que tiene China, tienen que ser capaces de negociar en paralelo. Porque, de lo contrario, los procesos se eternizan. Y lo cierto es que, en cuanto se firma el protocolo, las exportaciones de España se disparan”.

Pero no todos están convencidos de que China vaya a cumplir sus promesas. “El discurso de Xi Jinping, con pequeñas variaciones, ya lo hemos escuchado antes”, critica el vicepresidente de la Cámara de Comercio Europea, Carlo D’Andrea. “No obstante, nuestras empresas continúan enfrentándose a innumerables barreras de acceso al mercado, y la sensación que manifiestan desde hace ya tres años es que cada vez es más difícil hacer negocios en el país, y no al revés”.

Las manufacturas ya no van a crear trabajo, porque las máquinas van a sustituir a los humanos. El empleo se va a crear en los servicios, y las importaciones son las que más lo van a propiciar”.

Jack Ma, fundador y actual presidente de Alibaba

D’Andrea, considera que esos obstáculos están frenando los avances de Shanghái para culminar el objetivo de convertirse en un centro financiero y logístico mundial en 2020. “Cuando hablamos con las autoridades de Shanghái constatamos que quieren avanzar en las reformas, pero nos aseguran que chocan con el muro de Pekín, que es donde se toman las decisiones. Además, una cosa es la ley y otra muy diferente cómo se implementa. Desafortunadamente, las normativas chinas son muy poco concretas y dejan demasiado espacio a una interpretación arbitraria”, añade.

Curiosamente, tampoco las empresas chinas parecen especialmente entusiasmadas con este estímulo de las importaciones. “Les preocupa perder la ventaja que les han proporcionado las medidas proteccionistas con las que el Gobierno las ha protegido todo este tiempo. Muchas perderán una cuota de mercado importante si en sus sectores se permite la libre competencia”, comenta un empresario español del sector de automoción que prefiere mantenerse en el anonimato.

Es algo que parece reflejar el último Índice de condiciones empresariales que prepara la escuela de negocios Cheung Kong Graduate School of Business (CKGSB), y que recoge la opinión de los empresarios chinos sobre sus expectativas para los próximos seis meses. El publicado este miércoles arroja la cifra más baja desde que se creó el índice en 2012: un 41.4. “Esto demuestra que la mayoría de las empresas privadas de China ven el futuro con mucho pesimismo”, explica la CKGSB en un comunicado.

El propio Ma augura fuerte resistencia en el entramado empresarial chino a una mayor apertura económica. “Pero, lo mismo que sucede con la tecnología, llegará nos guste o no”, advierte. “Lo mismo que China ha logrado ponerse a la vanguardia en tecnología y manufacturas, ahora tiene que afrontar el reto de abrir su mercado una vez más, no para que las empresas extranjeras produzcan sino para que vendan”.

Fuente: El País