La escalada del déficit comercial llevó al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a enarbolar la bandera del proteccionismo hasta el punto de autoproclamarse el hombre de los aranceles. Pero los datos cuestionan su estrategia de nacionalismo económico: provocó, en realidad, el efecto opuesto. El desequilibrio entre lo que la primera potencia mundial importa y exporta creció hasta los 621.000 millones de dólares en 2018, un 12,5% más que el año anterior y un 23% que cuando llegó a la Casa Blanca.

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El déficit en los intercambios de bienes y servicios registrado el pasado año es el más alto desde 2008 —710.000 millones—, todavía en tiempos de vacas gordas: justo antes de estallar la Gran Recesión que derivó de la crisis financiera. Un año después se desplomó hasta los 384.000 millones, para después estabilizarse cerca del medio billón. El registro de Trump en 2018 es, además, 119.000 millones más elevado de lo que recibió de su predecesor, Barack Obama, hace solo dos años. La imagen es peor aún si se descuentan los servicios que EE UU ofrece en el extranjero, donde la balanza es positiva en 270.200 millones. En el segmento de bienes, sin embargo, el déficit creció un 10%, hasta los 891.250 millones, con lo que se marcha un nuevo récord. Si se compara con el conjunto de la economía, el déficit global representa el 3% del PIB, dos décimas más que en 2017.

La brecha en la balanza comercial ya alcanzó el nivel de 2017 en noviembre. En diciembre, el déficit rondó los 59.800 millones, un 19% más alto que un año antes. La fortaleza del dólar también contribuye a incrementarlo: al abaratarse los bienes importados, el incentivo a adquirir productos manufacturados en el exterior aumenta. Y viceversa en el caso de los bienes exportados: a las empresas estadounidenses les es más complicado vender su producción más allá de sus fronteras. La expansión fiscal derivada de la rebaja de impuestos decretada por el republicano también es otro factor a tener en cuenta: es un impulso para el consumo y, habitualmente —como es el caso—, eso se traduce en un repunte de los volúmenes importados.

El indicador se publica justo en el momento en que EE UU y China tratan de dar un impulso final a las negociaciones para la firma de un pacto que aparcará ocho meses de escalada comercial. El déficit con el gigante asiático en la categoría de bienes fue de 419.200 millones en 2018, un 11% más alto. La amenaza de las sanciones provocó que los importadores se anticiparan a la medida y las exportaciones de productos agrícolas como la soja se hundieron como consecuencia de las represalias.

Por países

El déficit con China es el mayor entre sus grandes socios comerciales. Le sigue la brecha con México —con quien firmó el año pasado la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que aún no ha entrado en vigor a la espera del visto bueno de las Cámaras en Washington—, que se elevó a 81.520 millones en la categoría de bienes tras registrar un incremento del 15% en un año. Se mantiene, de nuevo, como la segunda más alta, al rebasar ampliamente los 68.250 millones de déficit con Alemania. Japón es la cuarta con 67.630 millones. Con todos los países de la Unión Europea, el desequilibrio entre importaciones y exportaciones ascendió a 169.300 millones, un 12% más que en 2017.

Aunque el republicano no duda en utilizar el comercio como argumento político, los economistas suelen tomar distancia de este indicador porque suele ir en sentido inverso a la marcha de la economía. El incremento del déficit, de hecho, suele entenderse como un reflejo de que se demanda más de lo que se produce: en momentos de crecimiento, como ahora, la tendencia es claramente alcista. Eso explica, también, que se desplome en tiempos de recesión, arrastrado por el derrumbe del consumo interno.

Trump prometió durante la campaña electoral de 2016 reducir el déficit en la balanza comercial a la mitad. Utilizó como argumento la revisión de acuerdos comerciales con socios como México y Canadá —el citado TLC—, en proceso de ser aprobado por el Congreso de EE UU.

La reducción del déficit comercial es, a corto plazo, la segunda promesa incumplida por el republicano en el terreno económico. Trump también dijo que gracias a su plan, el crecimiento superaría con comodidad el 3%. La primera estimación del dato de PIB para 2018 lo deja una décima por debajo y la Reserva Federal anticipa que este año se moderará al 2,3%, entre otros motivos por la guerra arancelaria.

Efecto opuesto

Las amenazas y los aranceles que se aplican a productos básicos para la industria, como el acero y el aluminio, tuvieron un impacto en la cadena global de suministro. Los países objetivo, a su vez, respondieron con sus propias medidas. A esto se le suma una ralentización en las economías afectadas por las medidas proteccionistas. Todo combinado ralentizó la demanda por productos estadounidenses.

Trump, sin embargo, volvió este fin de semana a dirigir la culpa a la política de la Reserva Federal, pasando por alto una vez más la independencia que debe existir entre el Ejecutivo y el instituto emisor. Dijo que está presidida por alguien —Jerome Powell— al que le gusta subir los tipos de interés. Eso, argumenta, contribuye a reforzar al valor del dólar. El presidente de EE UU ya se quejó anteriormente de que la apreciación de su divisa le debilita al negociar con China y lastra el crecimiento.

Fuente: El País