El cacao ha embelesado al mundo. Lo hizo desde que los primeros europeos llegaron a América. Dos siglos después de que el genovés Cristóbal Colón descubriera el Nuevo Mundo, en Madrid ya se vendían cerca de cinco toneladas de una de sus más exitosas preparaciones: el chocolate. Hoy día, la materia prima se utiliza no solo en la elaboración de golosinas, sino también en algunos productos de belleza. Su consumo (que llega a 4,7 millones de toneladas al año en todo el planeta) no ha dejado de crecer. Tampoco su producción, que alcanza los 4,8 millones de toneladas anuales. Lo que sí ha ido en detrimento es su precio en el mercado. Mientras que en los años setenta se comercializaba por encima de los 4.000 dólares (3.585 euros al tipo de cambio actual) la tonelada, actualmente se vende entre los 2.400 y 2.500 dólares (2.151 y 2.241 euros), según los datos de la Organización Internacional del Cacao (ICCO, por sus siglas en inglés).

La constante reducción en el precio en los últimos años ha sido un varapalo para los agricultores de los dos principales productores del planeta, Costa de Marfil y Ghana. Estos jornaleros africanos del cacao ingresan de media al día menos de lo que cuesta una barrita de ­KitKat, es decir, 0,78 dólares (0,70 euros), según el Barómetro del Cacao, elaborado por una red de ONG que defienden el comercio justo.

Ante esta situación, los órganos reguladores de la materia prima en ambos países (que controlan más del 60% de la producción global) han anunciado la puesta en marcha de una prima de 400 dólares por tonelada por cada contrato vendido. Este importe se sumará al precio de referencia de los futuros sobre contratos del cacao para la temporada 2020-2021, que se negocia durante estos meses con las grandes multinacionales, principalmente las productoras de chocolate. El objetivo: poder aliviar la pobreza en la que viven los campesinos de esa zona de África occidental. O por lo menos intentarlo.

El chocolate amarga a los pobres de África

“Pero ¿quién se encargará de que esa prima de 400 dólares que van a pagar los grandes compradores de cacao llegue a los agricultores?”, se pregunta Jean-Arsène Yao, profesor de Historia y experto en agricultura en la Universidad Félix Houphouët-Boigny, en Costa de Marfil. Entre quien produce el cacao y quien lo industrializa existe una compleja cadena de suministro. Empresas multinacionales como Mars solo pueden rastrear el 24% del origen de su cacao; Hershey, menos de la mitad, y Nestlé, el 49%, según evidencia una reciente investigación de The Washington Post. “La situación es compleja”, resalta Yao. “Los campesinos sufren de un regateo constante y unas rebajas bestiales por parte de los intermediarios. En ocasiones venden la tonelada por 400 francos [menos de un euro]”, asegura.

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Los inversores no han digerido bien la noticia. Los futuros de la materia prima en Nueva York y Londres se han sumergido en una montaña rusa desde que ambos países unieran fuerzas para intervenir en el mercado del cacao. La incertidumbre ha disparado la volatilidad y ha hecho que los precios tocarán en julio, cuando se anunció la medida, su máximo anual: 2.602 dólares por tonelada, en el mercado de futuros de Nueva York. Un mes después descendieron un 19%, hasta los 2.111 dólares. Al cierre de la semana pasada rondaba los 2.445 dólares.

El sistema diseñado por Ghana y Costa de Marfil ha ido evolucionando a lo largo de los últimos meses. A mediados de 2019, ambas naciones africanas —en donde se calcula que trabajan más de dos millones de niños en la producción del cacao— barajaron la posibilidad de establecer un precio fijo de 2.600 dólares por tonelada. El mecanismo no fue bien recibido por los integrantes de la industria, pues consideraban que podría ser contraproducente. “Temían que condujera a una sobreoferta”, dice Sandra Bogas, analista en IEG Vu, una publicación especialista en materias primas. Es decir, que los dos países aumentaran su producción para beneficiarse de ese precio, amparándose en los vaivenes del mercado y garantizándose ganancias superiores a las que ahora se ofrecen.

Fenómenos similares ya se dieron en el pasado con otros productos, y no necesariamente porque se estableciera un precio fijo. Por ejemplo, cuando el barril de petróleo se mantuvo por encima de los 100 dólares: entonces el mundo se inundó de crudo, ya que los productores intentaron ensanchar su oferta para aprovecharse del alza de precio. Ante esta disyuntiva, Ghana y Costa de Marfil han optado por la prima de 400 dólares por tonelada. “Pero la metodología y su aplicación aún no están claras para todos los involucrados”, dice Jonathan Parkman, jefe de productos agrícolas de Marex Spectron, consultora financiera británica.

Una medida de riesgo

“No veo que un aumento en el precio en el mercado mundial ayude a solucionar la pobreza del productor”, resalta Carlos Morín, analista de mercados en IG, consultora financiera. “Uno de los efectos es que, al cobrar este recargo, las grandes empresas comercializadoras y manufacturadores busquen cacao en otros lugares”, añade. En la lista están Ecuador, Brasil, Camerún y Nigeria, que en conjunto tienen menos del 40% de cuota y que quizá no puedan satisfacer la demanda mundial, dice Bogas, de IEG Vu. Francisco Miranda, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores de Cacao de Ecuador, es categórico: “Estas medidas causarán un gran impacto en el mercado… Solo son efectivas para limpiar la conciencia de los consumidores y la industria”.

A pesar de ello, la World Cocoa Foundation, organismo al que pertenecen algunas de las grandes multinacionales de la alimentación, afirma que sus integrantes están adoptando la prima. “Al final, lo que sí tendremos es un aumento en los precios para los consumidores [para el próximo año]”, asegura Jack Scoville, analista en Price Futures Group, consultora americana. Entre los posibles afectados estarían Europa —el mercado de consumo de chocolate más grande del planeta, con una cuota del 49%, según Candy Industry— y EE UU —el segundo gran consumidor, con una participación del 21%—. O, en su defecto, se verá un cambio en la composición de los productos elaborados con esta planta, agrega Carlos Mera, especialista en commodities en Rabobank.

Fuente: El País