Cuando el mejor blanco ya no es un tintoVer fotogalería

A veces, la realidad acaba con los dichos populares, y aquello de que el mejor blanco era un tinto parece ser cosa del pasado. O al menos así lo cree el mercado y los propios bodegueros. Hay una tendencia hacia el consumo de vino blanco, incentivada por dos fenómenos dispares, pero coincidentes en el tiempo. Por un lado, el empeño de algunos bodegueros por elevar la calidad de esta categoría de vino; y por otro, la revolución vivida en Rueda, donde muchos productores primaron la cantidad sobre la calidad y tiraron los precios. A la par que sucedía todo esto, fueron surgiendo elaboradores en nuevas denominaciones de origen que empezaron a recuperar variedades de uvas autóctonas.

Ese fue el empeño de José Luis Mateo, en la bodega Quinta da Muradella, en Monterrei (Orense), que se ha esmerado en cuidar la tipicidad de la zona a través de la recuperación de variedades como la monstruosa de Monterrei, la dona blanca, un tipo de uva poco utilizada, pero asegura que interesante para marcar los vinos viejos, o la treixadura. Para este bodeguero, una de las claves del éxito de los blancos es precisamente su capacidad de envejecimiento, “de poder mostrar vinos más complejos, aquellos que hablan de una zona, que muestran la característica de una añada y de la zona en la que se encuentra”, explica Mateo.

Este es el trabajo que realmente alaba otro bodeguero, Telmo Rodríguez, quien cree que detrás de este boom del vino blanco se encuentran pequeños productores que han apostado por hacer un vino de calidad, “y nunca han concebido su trabajo porque el mercado lo pidiera, sino porque creían en lo que hacían”. También añade que el interés por esta variedad corresponde, en parte, a que cada vez el consumidor es más culto y curioso, y a todo esto se han ido sumando bodegas más “por estilo comercial más que por convicción, ya que han descubierto que hay una demanda generada por aquella gente que hace las cosas por pasión”.

A esta pasión se refiere el francés Didier Belondrade, que hace 25 años decidió montar una bodega en La Seca, cuando en la denominación de origen de Rueda apenas había una veintena de productores. Hoy el mapa ha cambiado y hay unas 70 bodegas bajo esta denominación de origen, “muchas de ellas han apostado por un consumo barato con el precio del vino a tres euros, eso mata la imagen de marca, porque hacer vino es caro y no puede ser más barato que un pack de cerveza”, explica el fundador de Belondrade, que cree en el potencial de las variedades de uva autóctona española, como la xare lo, godello, albillo, txacoli o la misma verdejo.

Otro de los bodegueros que apostó hace tiempo por el blanco es Julián Chivite, quien recuerda los años duros de la variedad: “Me acuerdo que haber chiquiteado con blancos que se amontillaban rápidamente”. Hoy, la calidad de un vino de este tipo se mide, asegura el bodeguero navarro, por su capacidad de envejecimiento. “El blanco está reconquistando el mercado. Esto comenzó en Rueda, ahora son los gallegos, pero hay muchas zonas en las que se están haciendo buenos vinos”, señala Chivite. Uno de sus vinos blancos ha cogido altos vuelos, ya que el Chivite Legardeta Chardonnay 2017 es el escogido por la compañía aérea British Airways para la clase preferente. También fue el vino escogido por los Reyes de España el año pasado para la cena que ofrecieron en el Palacio Real al presidente de China, Xi Jinping, y su esposa, Peng Liyuan. “Desde entonces, los chinos nos lo quitan de las manos”.

Fuente: El País