Jerome H. Powell ha sido el elegido por Donald Trump para sustituir a Janet Yellen al frente de la Reserva Federal de EE UU (Fed). Que Yellen no haya sido reelegida es ya noticia, puesto que ser nominado para un segundo mandato es lo habitual, incluso aunque cambie el perfil político de los inquilinos de la Casa Blanca. Ben Bernanke, por ejemplo, fue elegido por Bush y nominado a la reelección por Obama.

Parece que Powell ofrecerá una transición tranquila —sus primeras declaraciones apuntan a la continuidad de la senda establecida por su predecesora— pero, a medio plazo, pueden surgir dudas si la evolución económica y monetaria se torna desafiante y se hace necesario sacar galones de prestigio y credibilidad académica.

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Powell no es economista. El último precedente de tal caso no parece comparable, pero es inquietante. Fue William Miller en 1978, quien apenas duró un año en el cargo cuando tuvo que lidiar con la elevada inflación de la crisis energética. Para los irónicos, su legado se limita a la intención (fallida) de intentar prohibir fumar en las reuniones de la Junta de Gobernadores de la Fed.

Powell presenta credenciales que son deseables en cualquier banquero central, como su capacidad de construir consensos, su perfil austero y poco dado a protagonismos y una cierta experiencia en el seno de la autoridad monetaria americana. Delegará mucho en los economistas con peso específico en la Fed. No obstante, su primer handicap es la salida de Yellen, que le supera en currículum y cuya labor es difícilmente reprobable. Lo que ha suscitado que no renovara su mandato es, simplemente, haber sido elegida por Obama, algo que para Trump es motivo suficiente y para el resto del mundo no lo es.

Jay Powell —como se le conoce popularmente— es un abogado republicano con reputación de trabajador duro y de aprendiz constante. Comparte con Trump y el ala más conservadora norteamericana la voluntad de reducir la presión regulatoria sobre el sector financiero. La cuestión es hasta qué punto podrá liderar al banco central más importante del mundo en la odisea que representa la lucha contra una peligrosa trilogía económica en el entorno post-crisis: la inflación perdida, el escaso o negativo crecimiento de los salarios reales y la caída de la participación en el mercado de trabajo. Fenómenos preocupantes e interrelacionados. El carácter de los presidentes de la Fed se hace patente en las encrucijadas. Bernanke tuvo la suya y optó por la mayor expansión cuantitativa que se recuerda. Yellen emprendió la delicada deconstrucción del experimento monetario y a Powell podría tocar darle parte de defunción.

Como en otros ámbitos de la administración económica de Estados Unidos, una de las garantías con la que se cuenta es la existencia de una Junta de Gobernadores, donde cada voz tiene una independencia y presencia. Un sistema de control importante en el que, no obstante, Trump va a acabar reeligiendo hasta cuatro de sus siete miembros. El tono de la política monetaria no parece que vaya a sufrir sobresaltos de momento, pero la regulación financiera irá a buen seguro a la baja.

Fuente: El País