La teoría económica clásica mantiene que los salarios reales solo pueden aumentarse tras un incremento de la productividad para, de esta manera, evitar la temida inflación. Sin embargo, existe un consenso creciente en torno a la invalidez del anterior paradigma y la veracidad de la situación contraria: son los aumentos de salario los que incrementan la productividad.

En efecto, se conoce como “teoría clásica” precisamente porque fue adoptada —y desde entonces persiste— en una época en que no existían mecanismos ni datos suficientes para comprobar la veracidad de tales afirmaciones. Por el contrario, en la actualidad, los estudios empíricos realizados arrojan conclusiones diferentes.

Recientemente, el McKinsey Global Insitute ha realizado un informe señalando que los incrementos de la productividad dependen de dos factores: i) la demanda y ii) la innovación tecnológica. Pues bien, para que ambos factores se incrementen, un aumento de los salarios es indispensable. En el primer caso, porque la demanda viene principalmente influenciada por el consumo interno. Así, con salarios bajos, difícilmente puede producirse un incremento de la demanda. Asimismo, sin una demanda creciente, la empresa carece de incentivos para operar la modernización de su negocio. Efectivamente, ésta sólo estará dispuesta a invertir en digitalización y nuevas tecnologias si tiene clientes y prevé recibir pedidos —en otras palabras, si obtiene ingresos—. Lo que nos lleva una vez más a la necesidad de incrementar los salarios que mantengan alto el consumo interno.

A mayor abundamiento, existe una circunstancia que respalda esta última conclusión: remunerar con salarios elevados fideliza y compromete a los trabajadores con la empresa, contribuyendo, paralelamente a atraer el mejor talento. Por esta razón es difícil alcanzar altas cotas de productividad del trabajo con salarios mediocres. La fuga de cerebros hacía Alemania acontecida durante la crisis sólo podrá ser revertida seriamente si se produce un incremento notable de los salarios nacionales. Si no conseguimos el retorno de esa mano de obra supercualificada, difícilmente alcanzaremos los niveles de productividad alemanes.

En definitiva, el debate del incremento de salarios como un problema de “reparto” de la riqueza (el viejo conflicto capital/trabajo) es falaz. La realidad es que el incremento de los salarios produce riqueza en sí mismo generando un mayor compromiso por parte de los trabajadores con su empresa, un incremento del poder de compra de los ciudadanos y, finalmente, un incremento de la productividad.

Adrián Todolí Signes es profesor de Derecho del Trabajo y economista.

Fuente: El País