Esta semana se han publicado las previsiones económicas de otoño del Fondo Monetario Internacional (FMI), con una revisión a la baja del crecimiento global. Estaba descontado: la mayoría de las noticias económicas de los últimos meses no han sido buenas, los factores de incertidumbre persisten y los datos macroeconómicos han sido, en general, más negativos de lo esperado, apuntando a una desaceleración algo más rápida de lo previsto.

Los dos temas clave que han mantenido la incertidumbre durante los dos últimos años —las presiones proteccionistas y, en menor medida, el riesgo de un Brexit sin transición— se han reactivado durante el verano y han empezado a tener efectos sobre la actividad. La debilidad de las exportaciones globales y de la producción industrial es patente, y parece haber arrastrado a la inversión, si bien es cierto que los datos más recientes apuntan a una cierta estabilización. El temido contagio del sector industrial a los servicios y al consumo privado —hasta ahora, el principal soporte de la demanda global— se ha empezado a poner de manifiesto, aunque todavía de forma moderada. Pero existen pocas dudas de que, si la incertidumbre persiste y, sobre todo, si se rompen las negociaciones comerciales entre EE UU y China —o si las tensiones se extienden a Europa—, el riesgo de recesión aumentará significativamente.

Los bancos centrales de EE UU y la eurozona han continuado con su política de relajación monetaria —de manera más acusada en el caso del BCE que en el de la Fed— y han contribuido a calmar los mercados financieros, pero el impacto marginal que puedan tener sobre la actividad es ya muy limitado, sobre todo en Europa. Las llamadas a la utilización de estímulos fiscales allá donde haya margen para hacerlo, a las que se ha sumado Mario Draghi últimamente, parecen razonables si la situación se deteriora más allá de lo esperado.

En este contexto, las previsiones de BBVA Research son de desaceleración en las tres principales economías mundiales (EE UU, China y la eurozona), hasta tasas de crecimiento respectivas de 1,8%, 5,6% y 0,8% en 2020. La economía global podría crecer en torno al 3,1% el año que viene, por debajo de las tasas de los últimos años. Los riesgos siguen estando sesgados a la baja.

Aunque no todo son noticias negativas. Los desequilibrios de las principales economías son menores que antes de la crisis de 2009 —de hecho, los niveles de deuda son más bajos en Europa y no hay presiones inflacionistas—. Tanto el Brexit como el proteccionismo provienen de errores de política económica que todavía son solucionables. Si ambos temas se solventan satisfactoriamente, el crecimiento se podrá prolongar más allá de lo esperable.

Miguel Jiménez, de BBVA Research.

Fuente: El País