«La economía nacional ha mantenido su impulso, con un desarrollo estable y sólido, y superó las expectativas», aseguró en rueda de prensa el director de la Oficina Nacional de Estadísticas, Ning Jizhe. El gigante asiático empezó el año con fuerza, aupado por los efectos de la abundante liquidez y programas de inversión pública aprobados en 2016. La segunda mitad del año el crecimiento perdió algo de fuerza (en el último trimestre el PIB aumentó un 6,8%) por el fin de estos vientos de cola y un incipiente cambio de prioridades dirigidas a atajar los riesgos financieros -principalmente deuda- que se ciernen sobre el país. Pero el consumo de los ciudadanos resistió estoicamente (las ventas al por menor se incrementaron un 10,2%), las grandes empresas han registrado beneficios récord y la recuperación económica de los principales socios comerciales de China disparó las exportaciones un 10,8%, la mejor cifra del último lustro.

China ha dejado atrás los ritmos de expansión a doble dígito que la convirtieron en la gran potencia emergente del mundo. Este crecimiento a toda costa dejó de rastro un medio ambiente devastado, un sector inmobiliario que burbujea y una montaña de deuda, especialmente por parte de las empresas, que preocupa a analistas y gobernantes de dentro y fuera del país. Pekín ha tratado en los últimos años de atajar estos problemas sin que ello afecte demasiado al crecimiento económico, garante de la preciada estabilidad social. Una tarea que por el momento ha logrado cumplir -a pesar de varios sustos en los mercados financieros- a base de la abundante munición inyectada por su Banco Central y un control de las autoridades, en ocasiones draconiano, hacia cualquier indicio de riesgo para la economía.

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El presidente chino, Xi Jinping, ha abogado por centrarse en los próximos años en un crecimiento basado en la calidad en detrimento de la cantidad. El mandatario, renovado en su puesto para los próximos cinco años y con un poder en el partido comunista que no se veía desde los tiempos de Mao Zedong, ha pedido hacer frente a «tres duras batallas»: frenar los riesgos financieros, erradicar la pobreza y controlar la polución atmosférica. Parte de la ralentización experimentada a finales de año responde, precisamente, a las medidas contra aquellas empresas más endeudadas y contra los sectores más contaminantes, además de un progresivo endurecimiento de la política monetaria. La producción industrial se ha resentido: pasó de un aumento del 7,6% a principios de año hasta un 6,2% en diciembre. El sector minero, liderado por el carbón, sufrió una bajada del 1,5%.

Con una expansión por encima de lo esperado y buenas perspectivas en el resto del mundo, los analistas esperan que Pekín sea más proclive a afrontar sus problemas. «Xi Jinping se ha tomado siempre muy en serio la promesa de cumplir con los objetivos de crecimiento económico. Con este dato sorprendentemente bueno, se quita una losa de encima sin la cual hay más espacio para reducir deuda, manejar riesgos financieros y llevar a cabo reformas», asegura Xu Bin, profesor de Economía y Finanzas de la escuela de negocios CEIBS. El académico, sin embargo, no espera cambios de calado a corto plazo.

La estabilidad de los datos económicos en China ha vuelto a poner en duda la veracidad de las estadísticas que publica Pekín, unas sospechas que recientemente se han acrecentado tras conocerse que tres ciudades del país han inflado significativamente sus datos. «Tenemos dudas sobre la exactitud de las cifras oficiales dado lo increíblemente estables que han sido en los últimos años», asegura, en una nota, la consultora Capital Economics.

El director de la Oficina de Estadísticas china dijo que se investigarán estos casos, pero sostuvo que aunque se demuestre que se han falseado datos, estos no afectan a la contabilidad que se lleva a cabo a nivel nacional. «En cierta forma, el gobierno chino ajusta los datos para dar más sensación de estabilidad. Pero de la misma manera que durante los años 2015 y 2016 creo que se sobrevaloró el desempeño de la economía, ahora creo que estamos en lo correcto o incluso debería ser algo más alto de lo que muestran las cifras oficiales», explica Xu.

Fuente: El País