Los activos de dudoso cobro (NPL por sus siglas en inglés) son préstamos que los clientes han dejado de pagar durante más de tres meses. Llegaron a suponer el 6,7% del total de activos en la UE; hoy esa cifra baja al 4,4%, pero con media docena de países en torno al 15% y Grecia y Chipre por encima del 50%. El agujero asciende a 910.000 millones en toda Europa —e Italia es el elefante en la habitación, con unos 300.000 millones de activos dañados—, según las propuestas que presentará hoy Bruselas y a las que ha tenido acceso EL PAÍS. Esa cifra es un perfecto resumen del porqué de los niveles de desconfianza en la eurozona: los países del Norte temen que si comparten riesgos con los periféricos tendrán que acabar pagando esa factura. Temen sobre todo los problemas de Italia, en cuya banca pesan tres lustros de estancamiento económico. Y eso impide avanzar más rápido hacia la unión bancaria.

La nueva regulación se dirige a los nuevos activos morosos; no a los que ya acumulan los bancos en sus balances. Frente a las reglas actuales, que dejan gran margen de discrecionalidad para calcular las provisiones (colchones de capital por si esos activos se convierten definitivamente en incobrables), Bruselas propone endurecer las reglas, lo que se dejará notar en los beneficios.

La reacción negativa del sector financiero está prácticamente asegurada. Para los activos más seguros (como las hipotecas, que en caso de impago dejan la vivienda en manos del banco), la UE obligará a provisionar el 100% en ocho años, de forma progresiva. Para los créditos con mayor riesgo, habrá que provisionar el 100% en solo dos años desde que pasen a ser considerados dudosos. “Esperamos que la banca acelere el reconocimiento de las pérdidas, a la vista de que durante la crisis el afloramiento de los activos dañados se retrasó todo lo posible”, explica el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis, en una entrevista con un grupo de periódicos.

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“Los países que tienen altos niveles de activos morosos, como Italia, han hecho ya progresos sustanciales, pero la idea es acelerar el proceso de reducción de riesgos y establecer reglas claras”, abunda Dombrovskis.

Pese a las promesas de refundar el capitalismo cuando estalló la crisis, el sector financiero sigue haciendo prácticamente lo mismo, de la misma forma. Nada ha cambiado. Pero al menos en lo tocante a la morosidad, la banca se enfrenta a la pinza de la Comisión y el BCE, que se prepara también para endurecer las provisiones a las entidades con más problemas.

“Con medidas como estas queda claro que Europa ha hecho los deberes sobre reducción de riesgos: es el momento de acordar la forma de compartir riesgos”, declara Dombrovskis. Los socios del euro están en pleno debate sobre la profundización en la unión bancaria, con un cortafuegos para el fondo de resolución (que se dedica a cerrar bancos evitando la inestabilidad financiera) y un fondo de garantía de depósitos común. El Norte desconfía: no quiere compartir riesgos hasta que Italia y los socios con peores números hayan hecho los deberes. Los alemanes tienen una suerte de obsesión acerca de la posibilidad de acabar pagando la crisis bancaria italiana. “Pero ha habido grandes progresos y ahora debe haber fórmulas para compartir riesgos”, concluye Dombrovskis.

Junto con el endurecimiento de las provisiones, el paquete regulatorio de Bruselas incluye el desarrollo de los mercados secundarios de activos dudosos, y una nueva directiva que persigue reforzar los procedimientos extrajudiciales de liquidación. La Comisión, además, pondrá en marcha un plan para ayudar a los socios a crear bancos malos nacionales.

“No hay consenso para activar un banco malo europeo”, concede Dombrovskis, pese a que tanto el mecanismo de rescate (Mede) como la Autoridad Bancaria Europea (EBA) abogaron por esa idea meses atrás. De nuevo los mismos miedos: los acreedores no quieren pagar la factura de otros.

La banca es clave en Europa: tiene un papel central en el funcionamiento de la economía, a diferencia de EE UU, donde las empresas se pueden financiar directamente en los mercados. El abrazo de la muerte entre los balances bancarios y las deudas soberanas fue uno de los círculos viciosos de la crisis del euro. La situación ha mejorado, pero sigue siendo muy preocupante en países como Grecia y Chipre, pero también en Portugal, Irlanda, Bulgaria, Croacia, Hungría, Eslovenia y, sobre todo, Italia, con activos dañados en torno al 15%. “Bruselas está pensando claramente en Italia para este endurecimiento de las provisiones, pero con esa excusa va a perjudicar a los bancos de otros países que sí han hecho la tarea”, resumen fuentes financieras.

Fuente: El País