El modelo de distribución de energía tradicional no se libra de los cambios tecnológicos. Habitualmente, la energía se genera de forma centralizada, las compañías eléctricas la transmiten y la distribuyen entre los consumidores. Pero ahora estamos en un punto de inflexión y, aunque aún es pronto, tendemos a un sistema en el que cada ciudadano, tendrá cada vez más poder de decisión y será cada vez más autosuficiente. Estamos más cerca de obtener la energía que necesitamos del autoconsumo o de poder rastrear su origen. Y la tecnología y la transformación digital son casi protagonistas en los cambios que se están produciendo en este sector. “La introducción de la tecnología aumenta la capacidad de decisión de los consumidores y les sitúa en el centro del sistema energético”, asegura Carlos Solé, socio de economía y regulación de KPMG en España.

MÁS INFORMACIÓN

  • Blockchain

La tecnología de la cadena de bloques promete hacer posible el autoconsumo, es decir, que cada usuario sea capaz de producir, almacenar y comercializar su propia energía sin intermediarios. Aunque es un objetivo lejano. “Estamos en un sistema que da cada vez más protagonismo al consumidor pero aún estamos lejos de que el consumidor de forma masiva pueda producir su energía y almacenarla y actuar en el ecosistema sin intermediarios”, explica Solé. “El autoconsumo y la potencial autosuficiencia, por ejemplo, utilizando una placa fotovoltaica, solo será posible si los sistemas de almacenamiento evolucionan para que el consumidor pueda hacer uso de ellos de forma descentralizada”.

Otro de los cambios que puede generar esta tecnología es rastrear el origen de la energía que estamos consumiendo y saber si se trata de energía verde o no. “Ahora mismo es posible adquirir certificados de energía verde a través de la comercializadora. Otra opción, poco viable en la práctica, es que se consuma la energía producida por una instalación de producción renovable, estando desconectado del sistema para garantizar que el 100% del consumo es verde”, explica Solé. “Lo que está aún por venir es poder controlar cómo es la energía que estamos consumiendo utilizando blockchain, es decir, adquiriendo el certificado sin intermediarios”.

  • Internet de las cosas

En casa, podemos ahorrar gracias a dispositivos inteligentes que se encargan de adaptar automáticamente la temperatura o controlar las luces. Es más respetuoso con el medioambiente porque se optimiza el consumo de energía (y, por lo tanto, no se genera CO2 innecesario) y también ayuda a hacer un consumo más eficiente y ahorrar a final de mes. Poder programar los dispositivos que encienden y apagan la calefacción o que regulan automáticamente es un ejemplo de cómo la tecnología se adapta a nuestros hábitos.

Uno de los dispositivos conectados que más pueden influir en nuestro consumo de energía son los contadores inteligentes. El usuario está cada vez más cerca de recibir información directa y desglosada de cómo es su consumo. “Los consumidores ya tienen contadores horarios de la energía y este avance tecnológico les permite tener un conocimiento detallado que les permitirá tomar decisiones más eficientes”, explica Solé. Si tiene información de cuánto consume y de cuándo es más barata la energía, podrá tomar decisiones más inteligentes. “Es fundamental que el consumidor disponga de esa información pero también es necesario educarlo para que haga uso de ella. Hay que informarlo bien de cuáles son sus opciones”.

  • Aplicaciones móviles

Las apps móviles son un clásico que pueden servir para dar más poder a los usuarios. “Es importante la introducción de aplicaciones que permitan a los consumidores variar la forma en que contratan la energía y que faciliten los trámites y la capacidad de tomar decisiones de forma más sencilla”, explica Solé. “Ya se habla de apps que permitan a los consumidores contratar su energía en el día a día, sin necesidad de intermediar directamente con un comercializador”.

  • Big data e inteligencia artificial

“La digitalización y el mundo de los dispositivos inteligentes ofrece a las compañías distribuidoras la oportunidad de hacer una gestión más eficiente de sus inversiones en la red”, cuenta Solé, que asegura que el big data es clave, sobre todo para las empresas. “La actividad de redes está basada en una gestión masiva de información para que la operación de la red sea segura y no haya problemas de calidad. También les da mucho más control que les va a permitir conocer mejor su red para ser más eficientes”.

  • ¿Cómo afectan estos cambios a los actores tradicionales del sector energético?

Precisamente las empresas tienen que mantenerse al frente de esta digitalización para no quedarse atrás. Ya estamos viendo cómo están adaptando sus modelos de negocio, proponiendo medidas de ahorro y eficiencia energética y dando más poder al usuario. “Las distribuidoras, propietarias de las redes eléctricas, tienen una oportunidad enorme porque son la palanca para que estos cambios puedan ocurrir”, asegura Solé. Siguen siendo uno de los pilares fundamentales también para estas nuevas formas de consumo. “Ahora, además de distribuir, tendrán que facilitar que los usuarios puedan gestionar la energía y adaptarla a sus necesidades”.

Todos estos avances persiguen distintos objetivos que tienen que ver con dar más espacio a las energías renovables, aumentar la eficiencia energética y reducir los gases de efecto invernadero. Son los mismos objetivos que detalla y persigue el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, que engloba objetivos muy ambiciosos, por encima de la media de lo que pide Europa. Pero, para cumplirlo, “es necesario hacer una hoja de ruta de implantación”, explica Solé. “Se habla de inversiones muy relevantes en redes (alrededor de 42.000 millones hasta 2030). Los distribuidores tienen que hacer estas inversiones en un nuevo entorno de digitalización de sus redes y necesitan un marco claro de cómo deben trabajarlo y cómo se le van a retribuir estas inversiones. También es importante definir qué papel va a jugar cada implicado del sector, esto es, las empresas de redes, los comercializadores de energía y los productores”.

Cinco aspectos que no debemos perder de vista

Según Carlos Solé, socio de economía y regulación de KPMG en España:

  • La generación renovable distribuida (a pequeña escala, como por ejemplo una placa fotovoltaica) y el concepto de autoconsumo.
  • La eficiencia energética. Todas las directrices de política energética dicen que es una palanca fundamental para esta transición energética.
  • Las nuevas inversiones en la automatización y digitalización de las redes.
  • El rol del gas en el proceso de descarbonización. El gas es el complemento a las renovables. En los momentos del día en los que no podamos usar energía renovable, necesitaremos tener una cobertura de la demanda y el gas es la opción mejor posicionada, mientras no se desarrollen los sistemas de almacenamiento
  • Energía y movilidad. La movilidad se está transformando y, aunque el coche eléctrico se está convirtiendo en protagonista, no podemos olvidar el vehículo de gas en esta transición hasta la electrificación.

Fuente: El País