Esta es una transición global, pero está ocurriendo de diferentes formas, La industria de seguros de Nigeria no está sufriendo la disrupción que ha experimentado la estadounidense. Pero, ¿ha sido la vida de la gente en Nigeria, Tanzania y Etiopía mejorada por la tecnología? Sí, las evidencias son muy claras», asegura Andrew McAfee. La postura del codirector de la iniciativa sobre Economía Digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) bebe de los estudios que ha liderado en este centro y una vida de experiencia investigando el impacto de la tecnología en la sociedad y sus negocios.

McAfee, que visitó España para participar en 56ª edición de la Global Alumni Reunion del IESE, obtuvo su doctorado con la tesis titulada El impacto de los sistemas de información de las empresas en la efectividad operativas. Lo hizo en 1999, cuando todavía no sabíamos la que se nos venía encima.

Andrew McAfee durante su intervención

¿Qué cambios nos quedan por ver?

La pregunta más sencilla es qué industrias no van a cambiar. Y la respuesta es ‘ninguna’. Muchas ya han sufrido una gran disrupción: los medios, las discográficas, la venta al por menor (retail)… Lo interesante es lo diferentes que son entre sí. Mirando adelante, vienen muchos más cambios: en los procesos de fabricación, la logística, el transporte, la agricultura…

¿Se nos resistirá algún sector?

Costará más en las industrias donde hay un pequeño número de compradores y vendedores. Por ejemplo, la industria aeroespacial y de defensa. Es un gran sector con muy pocos clientes: los gobiernos del mundo. Y pocas empresas tienen la experiencia para dedicarse a esto. Nuestras armas y sistemas aeroespaciales serán mucho más complejos, pero esa industria seguirá teniendo el aspecto que tiene ahora. Otro buen ejemplo es la auditoría de impuestos. Un pequeño número de compañías en el mundo se dedican a auditar las cuentas de otras empresas enormes. Nadie va a encargar esa tarea a dos veinteañeros de Silicon Valley. El riesgo es demasiado alto.

¿Qué pasa con los países que se están quedando fuera de la revolución tecnológica?

Esto es solo parcialmente cierto. Ahora, la mayoría de los adultos del mundo tienen un smartphone. Hay evidencias de que las personas más pobres del mundo se están saltando comidas para poder comprar más minutos de comunicación en sus teléfonos. Es cierto que un Tesla es una tecnología para el mundo rico, pero un smartphone es una tecnología para el mundo entero. Y todos los beneficios que lo acompañan están disponibles incluso para gente muy pobre.

¿Todo han sido ventajas, entonces?

Las ventajas y los retos no son los mismos en todo el mundo. En el África subsahariana prácticamente todo han sido ventajas. La gente tiene una cuenta en el banco por primera vez, tienen la posibilidad de comunicarse por primera vez. Eso me ayuda a entender por qué esa parte del mundo está creciendo tan rápido ahora mismo. En cambio, en Estados Unidos y Europa occidental ha habido una mezcla de ventajas que estamos disfrutando los consumidores y desventajas para muchas compañías que han resultado dañadas. Los retos llegan para los países y economías más avanzados, más tecnológicamente sofisticados.

Igual que ha pasado con otras industrias, muchas startups tecnológicas están contratando y estableciendo sus equipos técnicos en países donde la mano de obra es más barata. ¿Esto podría convertirse en un problema?

No. Creo que es fantástico. Digamos que un equipo en California subcontrata a sus técnicos en Costa Rica, o que uno de España lo hace en Perú o Chile. Lo que está pasando es que esos países aprenden y adquieren capacidades que extienden en sus propias economías. La evidencia muestra que estas redes que cruzan fronteras son beneficiosas para ambas partes.

¿No cree, entonces, que esto puede afectar a las condiciones de trabajo en esos países?

Sí, positivamente.

Necesitamos crear un camino para quienes van a perder sus empleos o van a verlos peligrar ante esta ola de tecnología

¿Y lo que vemos en el sector textil?

Ten en cuenta que la razón por la que la gente va a trabajar a esas fábricas en Bangladesh es que es la mejor opción que tienen. Suponen una mejora en su calidad de vida, no un retroceso. Cuando miras a la historia, los países que han pasado de ser pobres a tener una cierta clase media durante el curso del siglo XX, lo lograron a través de un periodo de industrialización en el que hubo fábricas de este tipo. Hay que tener en mente que estas últimas fueron mejores que las alternativas anteriores. Y que llevaron a escenarios mejores. La evidencia de que el comercio internacional mejora la situación en ambos extremos es abrumadora. Hay diferentes maneras de hacerlo que pueden ser mejores o peores. Pero la noción de que el comercio internacional puede empobrecer a un país es 100% falsa.

¿Será peor la progresiva automatización del trabajo?

Lo que me preocupa de esto es que no vamos a cuidar a las personas que se están quedando atrás mientras la tecnología avanza a toda velocidad. Me refiero a quienes ahora mismo están haciendo trabajos rutinarios y, dentro de poco, a quienes están haciendo trabajos rutinarios en comunicaciones y detección de patrones. Mucho de esto será automatizado. Necesitamos ser conscientes de esto y crear un camino para quienes van a perder sus empleos o van a verlos peligrar ante esta ola de tecnología. Tenemos que preguntarnos qué aspecto tiene un futuro mejor para ellos

¿Cuáles serían las consecuencias de no hacerlo?

Lo que estamos viendo en hechos como el voto al brexit en Reino Unido y la elección de Donald Trump en los Estados Unidos es que si tienes a mucha gente que siente abandonada o a mucha gente que siente que hizo un trato y está recibiendo algo distinto de lo acordado, tienes problemas en tu país. Cuando dejas a gente atrás mientras avanza la tecnología, tienes problemas para la democracia y abres la puerta a populistas, demagogos y el tipo de líderes que sabemos que traen malas noticias.

En Estados Unidos encontramos con demasiada frecuencia gente que cree que cualquier asistencia que demos a quien necesita ayuda le quitará el deseo de trabajar. No estoy de acuerdo

Hace tiempo que conocemos la existencia de esta brecha, ¿hemos avanzado algo en la tarea de cerrarla?

En Estados Unidos lo estamos haciendo mal. Nos estamos dejando llevar por la nostalgia. La noción de que América va a tener un montón de empleos en las minas de carbón es estúpida. Pero es la que se le está dando a la gente. No es una visión sobre el futuro y sobre cómo podemos hacerlo un lugar mejor para los trabajadores, sino un deseo de volver al pasado. Es una idea terrible. Y no va a funcionar.

¿Ocurre lo mismo en Europa?

Algo que respeto mucho de aquí es que la idea de una red de seguridad no es un concepto malvado. En Estados Unidos encontramos con demasiada frecuencia gente que cree que cualquier asistencia que demos a quien necesita ayuda le quitará el deseo de trabajar. No estoy de acuerdo con esto. No es que quiera pasar a una democracia social al estilo europeo, pero respeto esa filosofía que asume la necesidad de cuidar a la gente que se está quedando atrás.

¿Cuál es el camino a seguir?

Cualquier país que vaya a tener éxito en esta transición va a tener que repensar qué trato hace con sus ciudadanos y qué red de seguridad dispone para la gente que se queda atrás mientras la tecnología avanza. No sé cuál es el modelo correcto, pero estoy bastante seguro de que el modelo americano, que es básicamente «estás solo», es un error.

Fuente: El País