El pasado martes, la firma legal Ambar, la marca española de la norteamericana Axiom, anunció el inicio de sus operaciones en nuestro país. La noticia va más allá del aterrizaje de un nuevo despacho de abogados extranjero. Fundada en 2000, con solo dos décadas de vida, Axiom cuenta ya con 2.400 abogados, presencia en tres continentes (diez oficinas en Estados Unidos, dos en Asia y cuatro en Europa, sin contar Madrid) y una facturación superior a los 300 millones de dólares (277 millones de euros). Sin embargo, a pesar de que ofrece el mismo servicio que cualquier gran bufete —asesoramiento jurídico a grandes empresas—, lo hace de un modo que, según Manuel Deó, consejero delegado de Ambar, les permite rebajar su factura “en aproximadamente un 50%”.

La propuesta de Ambar es arriesgada e, incluso, provocadora. Pero nadie puede decir que Deó y su equipo directivo, compuesto por Rosa Espín, responsable de generación de negocio, y Belén Bautista, directora de recursos humanos, no saben de lo que hablan. Los tres provienen de la oficina española de Latham & Watkins, segundo despacho del mundo por facturación (3.380 millones de dólares en 2018). Y, aunque rechacen que su fórmula pretenda cuestionar a los grandes bufetes, lo cierto es que su planteamiento conlleva de forma implícita una profunda crítica a la manera en que estos prestan sus servicios.

Según describe Deó, el modelo de Ambar (y de Axiom) se asienta sobre tres elementos innovadores. El primero es la introducción de un fuerte componente tecnológico en todos los procesos de la firma, automatizando todo aquello que no requiera supervisión humana, como el análisis de documentos, la elaboración de contratos o la gestión de proyectos. Lo que en otros sectores ya es una realidad; en la abogacía, no. Y es que, como apunta, “la profesión no tiene buena relación con la tecnología”.

El segundo es adoptar una estructura empresarial “que elimine todos los costes que el cliente no aprecia porque no le dan valor añadido”. Así, en lugar del modelo tradicional de los bufetes, en donde los propietarios son socios “con grandes sueldos”, tras Ambar hay un grupo de inversores “con una vocación a largo plazo y visión comercial y estratégica”.

Y, por último, según su consejero delegado, la firma “elimina todos los incentivos a la ineficiencia”. ¿A qué se refiere? A que la hora facturable no será su método de cálculo, ni de la factura del cliente ni del sistema de evaluación de los abogados. Los detractores de este sistema, que aún emplean la mayoría de los despachos, critican que premia a quien se eterniza en un proyecto y penaliza al que es más rápido y eficaz. Una fórmula que, además, incomoda a los directores legales de las empresas porque les impide hacer una previsión fiable de los gastos de su departamento. Ambar se compromete a que cada asunto tenga una facturación cerrada y una duración concreta.

“Aportamos certeza y control a nuestros clientes”. Pero no solo en el precio, precisa, también en qué profesional ha asumido el encargo. “Lo sabrán con nombre y apellidos, no como sucede con muchos grandes despachos, que la empresa no sabe quién hace el trabajo”. Una de las grandes quejas de las compañías es que los bufetes intentan cobrarles a precio de socio las horas facturables de los júniors o asociados. “No habrá opacidad”, se compromete Deó.

Bajo demanda

Otra de las grandes novedades del modelo Axiom-Ambar es que sus abogados trabajan bajo demanda. Es decir, son contratados para proyectos concretos y su retribución está vinculada a lo que se factura por ellos. Esta fórmula, relata Deó, es consecuencia de “un mundo cada vez más orientado al desempeño por objetivos y resultados”. Sin embargo, y aunque asume que no todos los profesionales se sienten cómodos trabajando así, sí cree que existen muchos letrados que quieren dejar de echar 10 o 12 horas en sus oficinas y poder elegir en qué asuntos trabajan, cómo se organizan su tiempo e, incluso, controlar su retribución. “La remuneración será más justa, porque corresponderá al valor real de su aportación, y más alta que en los despachos tradicionales”, asegura el ejecutivo. Por otra parte, quien no quiera trabajar más que unos meses al año, si cree que ya ha ganado lo suficiente, podrá hacerlo. Una libertad que, en palabras de Deó, “enamora a los abogados a los que se lo contamos”.

La convicción de los tres directivos contrasta con el escepticismo con el que los grandes bufetes han acogido el anuncio. Tampoco les preocupa, afirman, que les tilden de firma low cost. “Si somos eficientes y ofrecemos un servicio de alta calidad, no nos disgusta que se nos conozca por nuestro precio”, remarca Deó, quien, en todo caso, admite que su modelo “solo tendrá éxito si contamos con los mejores abogados”. De momento, asegura, son muchos los que ya se han puesto en contacto con ellos para iniciar el proceso de selección. Sin dar nombres, pero avanza que cuentan ya con una veintena de profesionales con un promedio de 15 años de experiencia. Su objetivo, a final de año, es acercarse al medio centenar de letrados.

Más allá de España, Ambar también será la marca de Axiom en Latinoamérica. A corto y medio plazo, la firma se ha fijado cuatro jurisdicciones prioritarias. La primera es México y, más adelante, Colombia, Chile y Perú, países que conforman la Alianza del Pacífico y que destacan en la región por su estabilidad y crecimiento.

Servicios alternativos

A pesar de ofrecer asesoramiento jurídico, Axiom y Ambar no se definen a sí mismos como bufetes, sino como proveedores de servicios legales alternativos (ALSP, por sus siglas en inglés). Bajo este paraguas se agrupan aquellas empresas que ofrecen un servicio que tradicionalmente se encargaba a los despachos, pero que, en la actualidad, puede prestarse de otra manera. Algunas asumen tareas repetitivas y de poco valor añadido, como la gestión documental. Otras venden tecnología para automatizar procesos. Y, finalmente, hay un tercer grupo de despachos de abogados, en el que encaja Axiom-Ambar, en las que el elemento disruptivo (palabra de moda entre los gurús del sector legal) es adoptar una nueva forma de prestar el asesoramiento a los clientes.

Fuente: El País